viernes, 29 de abril de 2011

La Revolución del Amor

La revolución del amor comienza con una sonrisa.
Sonríe cinco veces al día a quien en realidad no quisieras sonreír. Debes hacerlo por la paz.


Madre Teresa de Calcuta



domingo, 24 de abril de 2011

María Vallejo-Nágera: del ataque a la Iglesia a la misa diaria

El amor que yo noté en mi corazón es algo que nunca antes había sentido
   
«Yo era incrédula, había escrito una novela […] donde me burlaba de los sacerdotes, de la Iglesia, de mi fe, porque no tenía fe, era una mujer tibia y no entendía a Dios». Son palabras de la conocida escritora María Vallejo-Nágera, autora de libros bestseller como Un mensajero en la noche o Mala tierra .

Nacida en España en el seno de una familia católica y habiendo cursado sus estudios en colegios católicos, pronto se alejó de la fe. Pedagoga de profesión, fue su prolífica actividad literaria y periodística la que le ha dado a conocer con grande éxito en todo el mundo.

Después de algunos avatares propios de la juventud, de haberse casado y radicar en Londres, su vida cambió radicalmente el 9 de mayo de 1999 cuando visitó un pueblo bosnio ahora mundialmente famoso: Medjugorje.

Sin una experiencia de Dios y tomándose el viaje a Medjugorje como pasatiempo, pronto llegó la gracia inesperada: la experiencia de Dios.


Así lo cuenta la propia María: «Fue al salir de la Iglesia, al salir de misa […] era un día caluroso, un día primaveral; no había lluvia, no había nubes, hacía un sol precioso. Y sin saber cómo ni por qué, necesité mirar hacia el cielo».

«Recuerdo que estaba haciendo chistes, iba hablando con mis amigos de cosas de todo tipo, menos de religión, y en ese momento que miré para arriba, perdí la conciencia del espacio, perdí de vista a mis amigos […] eran como si el espacio y el tiempo se hubieran parado durante tres segundos. Y en esos tres segundos noté un inmenso amor de Dios».

«No puedo explicarlo de otra manera. Noté como que un rocío de amor me caía encima y se me clavaba con una fuerza tremenda en el corazón. Yo nunca me había sentido tan amada. Es verdad que soy una mujer muy enamorada de mi familia, de mi marido, pero el amor que yo noté en mi corazón es algo que nunca antes había sentido, ni siquiera sabía que podía existir. Y noté que era el amor de Dios».

Y añade: «después de esa miniexperiencia –y gran experiencia a la vez–, yo sentí una gran vergüenza, un gran entendimiento de que nunca había respondido al amor de Dios, aun habiendo pertenecido a una familia católica que había intentado enseñarme todo lo que ellos sabían de Dios y de la religión católica».

María tardó seis meses en abrir su alma a su director espiritual, un sacerdote irlandés, por el temor a que la juzgaran loca. El sacerdote la consoló y le dio la bienvenida al «club de quienes han recibido la conversión en Medjugorje».

Y desde entonces su vida ha tenido una transformación impresionante, sobre todo en el área espiritual. Esa mujer que renegaba de la Iglesia y de la fe es ahora una enamorada de la santa misa; un enamoramiento tan fuerte que se refleja, por ejemplo, en su asistencia diaria a la misma: «Acudo todos los días a misa que es donde recibo la píldora, la medicina, la fuerza, la luz, el amor, para seguir creciendo».

La conversión de María, además, trajo consigo dos regalos: la confesión y la Eucaristía. Dos regalos para María, sí, pero también un regalo para los hombres y mujeres de hoy: Dios existe, hay que dejarse encontrar por Él.

Para ver y escuchar el testimonio personal de conversión de María Vallejo-Nágera se puede visitar el siguiente enlace: www.youtube.com/watch?gl=ES&hl=es&v=8y64vBKfTcw

Para conocer el portal personal de María Vallejo-Nágera y conocer sus obras, artículos, biografía, e incluso contactarla, se puede visitar el siguiente enlace: http://www.mariavallejonagera.com/

Autor: Jorge Enrique Mújica, L.C. | Fuente: http://www.buenas-noticias.org/

lunes, 4 de abril de 2011

Padre Tomás Santidrián : "Nunca pensé que me iba a dedicar a los chicos de la calle"

El nombre del padre Tomás Santidrián remite automáticamente al Hogar de Protección al Menor (Hoprome). El asegura con naturalidad que nunca se le pasó por la cabeza la idea de jubilarse, aunque de hecho lo está como docente y como sacerdote. El pasado 5 de marzo de 2011 dio su última misa en el colegio San Patricio, de donde fue capellán durante 20 años y dice que no es tiempo de balances sino de seguir trabajando para quienes más lo necesitan, sobre todo los chicos de la calle.

A los 82 años, este sacerdote nacido en el mítico barrio de Tablada, uno de los diez hijos de una familia de clase media que formaron don Tomás y doña Catalina, dice: “Haber cesado funciones en el San Patricio simplemente fue cumplir una etapa. Para mí fue un paso hacia una etapa nueva. Tal vez sea la última, Dios sabrá. Esta nueva etapa significa cambiar de actividades, no dejar de trabajar”. En la sede de Hoprome, en Castellanos al 1200, el movimiento es incesante y las cajas y bolsas con donaciones se acumulan por los rincones. Los talleres están a full y los empleados y colaboradores no dejan de caminar de un lado al otro y de recibir llamados.

PADRE TOMÁS SANTIDRIAN
(Rosario – Argentina)


El padre se emociona cuando dice: “Uno tiene la sensación grata de haber dedicado su vida a Dios y a la evangelización. Y en San Patricio pude desarrollar un trabajo pastoral más amplio. Siempre me dediqué a los chicos. Recuerdo que todas las mañanas les hablaba y hacíamos la oración. Allí estuve también al servicio de mis hermanos sacerdotes y es una alegría muy grande cada vez que me llaman para predicar el Evangelio o para dar charlas. Simultáneamente con eso tuve la atención de los hogares y hemos procurado siempre estar al servicio de los chicos de la calle. Y eso ahora lo voy a incrementar”.

Santidrián hace revisionismo y no duda en decir: “Siempre quise ser sacerdote”. Su casa de calle Necochea estaba cerca del actual hospital geriátrico. Y siempre andaba rondando la capilla. “Tomé la comunión a los 5 años y desde entonces dije que iba a ser cura. Fue un descubrimiento natural e incluso en una oportunidad intenté entusiasmar a dos de mis hermanos. Entré al seminario a los 10 años y muy consciente de lo que hacía”, relata.

El trabajo en Hoprome. El padre dice que jamás pensó que se iba a dedicar a los chicos de la calle y que Dios lo fue llevando. Que un abogado muy católico lo llevó un día a la cárcel en una época en la que se cuestionaba el accionar de la policía de menores. Por entonces era capellán de la escuela Sagrada Familia y también le dedicaba tiempo a Emaús. “Ellos me mandaron a París a un congreso. Volví incentivado y dije: “Fui a París a conocer a los pobres”. Era una contradicción tan grande que no la podía entender. Cuando volví me fui a vivir al barrio San Francisquito. De allí me fui a la cárcel de menores con el doctor Guida y conocí al famoso Topo Gigio, un preso menor de edad que me marcó muchísimo y a quien después mataron. Empecé con ellos y me entregué. Trabajando allí llegué a una conclusión: estos chicos no se pueden rehabilitar nunca aquí, hay que sacarlos”, enfatiza.

—Usted dijo en muchas oportunidades que el que entraba a un instituto de rehabilitación salía con el diploma de delincuente ¿Es tan así?

—Exactamente. Comenzamos con tres chicos sacados de la cárcel. Y hacíamos el mismo trabajo que hacemos ahora. Siempre creí que la única rehabilitación se hace a través del cariño, del amor y del hogar. Educar, en latín significa “sacar de”. ¿Y sacar de dónde? Del interior del ser humano. En un terreno propicio, lo que se siembre brota. A mí me sembraron buenas semillas. Pero cuando un chico nace sin hogar, sin cariño, ¿qué siembra? El desamor, la rebeldía. Entonces la pregunta es: ¿Se puede revocar eso? Ahí viene la reeducación que no se va a ser encerrándolo tras las rejas, sino a través del amor y del hogar.

Sin hacer nombres, le otorga certificado de defunción a los centros de rehabilitación. “No brindan amor. Se necesitan especialistas del amor, no carceleros. Un día leí en el frontispicio de la cárcel de Coronda: “Aquí entra el hombre, el delito queda afuera”. Ahora habría que escribir en algunos institutos: “Aquí entra el delito, el niño queda afuera”.

En la actualidad, Santidrián trabaja con cinco hogares en los cuales hay entre 6 y 7 chicos en cada uno. La Justicia le solicita al cura que tenga a los chicos en conflicto con la ley y él está convencido de que los hogares “son el único camino para rehabilitar”. Plantea que hay una situación social y de contexto que condiciona terriblemente a estos chicos. Pero también rescata que “el fondo, la esencia del ser humano permanece. Y allí se puede sembrar”. Y es tajante al afirmar: “El gobierno no puede educar. Debe administrar, procurar, pero no poner carceleros para educar. Yo le dije a dos gobernadores que me ofrecía a ser director de uno de esos institutos, pero con una condición, la de poner todos empleados nuevos, gente que va a trabajar por amor a la niñez. Yo fui director del Ceprome, donde tenía más de 100 chicos, la mayoría por delitos. Y funcionó perfectamente. Era de puertas abiertas”.


Por Hoprome pasaron “miles de chicos”, de distintas edades y a quienes se les brinda educación y un plato de comida. Según Santidrián, alrededor de un centenar fue adoptado. “La idea es prepararlos para la vida”, dice el veterano sacerdote. En los hogares se desarrollan seis oficios: panadería, carpintería, imprenta, fábrica de pastas, plomería y electricidad. “Ellos aprenden el oficio y después se van. Muchos consiguen trabajo. Incluso hay fábricas que los vienen a buscar”, destaca.

Cuenta orgulloso que muchas veces lo paran por la calle para saludarlo; son adultos (muchos de ellos profesionales, con trabajo fijo, que formaron familia) que alguna vez pasaron por los hogarcitos. Y es cuando plantea que la Iglesia “hace mucho por los necesitados” y que en general “hay una vocación muy grande hacia los pobres”.

Tampoco se olvida del hogar de adultos mayores Josefina Bakhita, más conocido como el crotario y adonde concurren, dice, “muchos integrantes de la clase media que se vino abajo, no el linyera”. Y porque trabajar por los demás es su destino, Santidrián se ilusiona señalando: “Yo trabajo en una quinta, pero quisiera trabajar en todos
lados”.


Por Mario Candioti
FUENTE: Diario LA CAPITAL - Rosario
 http://www.lacapital.com.ar/la-ciudad/Nunca-pense-que-me-iba-a-dedicar-a-los-chicos-de-la-calle-20110403-0004.html

domingo, 3 de abril de 2011

Si no lo hago yo ¿quién lo va a hacer?

Estaba repasando los distintos títulos felices que hemos ofrecido hasta el momento y en muchos casos, el denominador común es una pregunta que se ha hecho el protagonista de cada una de estas historias:

Si no lo hago yo ¿quien lo va a hacer?

Patch Adams, Don Ritchie, Leigh Anne Tuohy con Mike, el Padre Santidrián, cada uno en la situación de vida que le ha tocado vivir, se ha conmovido frente a la necesidad del prójimo, la persona necesitada que pasó a su lado no le resultó indiferente, y además surgió este planteo:

Si no lo hago yo ¿Quién lo va a hacer?

Frente a ese cuestionamiento, cada uno se hizo cargo de la parte que le correspondía: conmoverse, y actuar en consecuencia.

Patch Adams a sus pacientes les da dignidad, felicidad.
Don Ritchie a los suicidas les sonríe y les ofrece una taza de te.
Leigh Anne Tuohy le ofreció su techo y su vida a Mike, un joven desamparado.
El Padre Santidrian creó hogares para jovenes y los reinserta dignamente en la sociedad.

Si cada uno de ellos hubiese pensado, “ya vendrá alguien que se hará cargo” y hubiesen seguido su camino como si nada, tal vez esas vidas necesitadas de afecto se hubiesen perdido.

Estas notas nos deben llevar a pensar que tal vez alguien espera nuestra ayuda, una sonrisa a tiempo  puede salvar una vida (como los casos de Don Ritchie).
Un gesto de amabilidad puede ser un bálsamo para alguien que en el día ha sufrido desprecios, malos tratos o simplemente no le han salido bien las cosas.

No busquemos muy lejos, tal vez nuestros seres más cercanos, los miembros de mi propia familia, están necesitando un gesto de cariño, una palabra de ánimo, un oído que se detenga a escucharlos, porque el día fue largo y no fue bueno.

Alguien está necesitando mi ayuda.
No tengamos miedo, es cuestión de hacernos esa pregunta:
Si no lo hago yo ¿Quién lo va a hacer?
Un gesto de amor le puede cambiar la vida a alguien y como si fuese un boomerang maravilloso seguro que me la va a cambiar a mí.

Edgardo Consiglio        Para Títulos Felices