El 25 de diciembre de 1907 Aarón Anchorena y Jorge Newbery cruzaron el Río de la Plata a bordo del globo aerostático "Pampero". Este vuelo dio origen a la aeronáutica argentina.
Aarón de Anchorena un aventurero y miembro de una de las familias aristocráticas más importantes de Argentina, había traído de Francia un globo al que bautizó "Pampero". En compañía del deportista, ingeniero y hombre de ciencia Jorge Newbery planearon un vuelo inaugural para el globo. El lugar elegido fueron los campos de la Sociedad Sportiva Argentina ubicada en el sitio que hoy ocupa el Campo Argentino de Polo. Al sitio elegido para la elevación no llegaba el gas, para inflar el globo, Newbery gestionó ante la Compañía de Gas del Río de la Plata el tendido provisorio de una cañería. El llenado del Pampero se realizó lentamente por el tamaño del caño utilizado para tal fin.
Programado para el 24, el vuelo comenzó recién a las once del 25 de diciembre de 1907, por la lentitud del llenado del globo.
El siguiente relato está tomado del libro “Jorge Newbery”
A las 12hs, cuando una parte del público, cansado, ya se había marchado (de las tribunas del Hipódromo), Anchorena y Newbery deciden partir dentro de media hora aunque el globo no haya completado sus 1200 metros cúbicos de carga. El anuncio produce revuelo y rápidamente regresan los que habían ida a sentarse bajo las tribunas, al amparo de la sombra. Los comedidos llevan la barquilla hasta los amarres del globo y remueven los saquetes de arena. Todos quieren hacer algo y estorban.
Newbery y Anchorena en la barquilla del Pampero,
un dato curioso: los salvavidas colocados en la barquilla
pertenecían a la lancha "Pampa" de la familia Anchorena,
de ahí el nombre que se puede leer claramente
El tumulto cesa cuando los aeronautas suben a la barquilla. Entonces hay tensión y silencio. Anchorena grita:
-¡Larguen!
La veintena de soldados del 1° de caballería que rodea al Pampero y lo sostiene, suelta las amarras. El globo se inclina, arrastra la barquilla a ras del suelo pero no se eleva. Se quita lastre, repiten la largada y otro fracaso. Descargan mas saquetes, mientras los soldados aferran las sogas. El globo está quieto y Anchorena vuelve a gritar:
-¡Larguen!
Ahora sí. El Pampero sube suave y serenante, sin oscilaciones, con rumbo norte:
"Salvó la línea de eucaliptos y a poco se convirtió en un punto amarillo en la inmensidad del firmamento" (La Nación, 26/12/1907)
El ánimo de quien por primera vez busca la altura a bordo de un globo, diría Newbery, flaquea un poco en el momento de la partida, cuando se aleja de su medio natural hacia nubes inciertas.
"Después, la confianza es absoluta. La serenidad con que marchaba el Pampero no permitía albergar temores. El peligro que notamos al partir -el cierre del apéndice del globo- fue eliminado por una hábil maniobra de Anchorena. Seguimos la marcha con la regularidad inicial, hacia el norte, un grado al este." (La Nación, 26/12/1907)
Con el cielo calmo, el aerostato trepo hasta los 700 metros y conservo esa altura durante un trayecto de 18 km. Frente a la isla Martin García empezaron los problemas, cuando un grupo de nubarrones densos nublo el día y la temperatura cayó bruscamente. El frió súbito produjo una rápida depresión del gas, el globo perdió altura velozmente y enérgicas corrientes de aire dañaban al Pampero y a sus tripulantes.
A diez metros del agua, el remojón en el río parecía inevitable, y a los aeronautas les habrá parecido sublime la visión de la lancha Pampa, que navegaba debajo de ellos lista para el rescate. Pero entonces las nubes se abrieron y reapareció el Sol.
El gas se expandió tan rápidamente como antes se había deprimido. En el momento de la caída, Newbery y Anchorena habían arrojado casi todo el lastre, de modo que ahora, aligerado en extremo, el globo literalmente saltó hasta los 3 mil metros, y a esa altura se mantenía cuando traspuso la costa uruguaya en Conchillas, departamento de Colonia. Siete leguas tierra adentro, sobre campos de la estancia de Tomás Bell, el Pampero empezó a bajar demasiado rápidamente.
"Alle, el descenso fue vertiginoso. No podíamos aminorar la velocidad de la caída a pesar de haber arrojado el resto del lastre que llevábamos. Tuvimos que tirar hasta la máquina fotográfica. Faltaban unos 80 metros para llegar al suelo cuando nos desprendimos del ancla. Entonces sí, el globo aminoro el descenso de manera tal que la barquilla toco tierra con la suavidad de una pluma." (La Nacion, 26/12/1907)
Habían transcurrido casi cinco horas desde el momento de la partida.
La aeronavegación argentina, como podía, empezaba a existir.
Texto extraído del libro JORGE NEWBERY de Alejandro Guerrero, Ed. Emecé, Año 1999
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