Un marcapasos es un dispositivo electrónico que envía impulsos al corazón para que mantenga el ritmo normal.
Funciona como un reloj, marcando el ritmo del corazón o ayudando a mantener ese ritmo.
Para ello comprueba permanentemente los latidos y si detecta que falta alguno para completar el ritmo adecuado, envía una señal eléctrica para que el corazón recupere la palpitación normal.
Arne Larsson con uno de sus 24 marcapasos
Los primeros experimentos con marcapasos comienzan en la última década del siglo XIX, pero no fue hasta los años 30 del pasado siglo cuando el fisiólogo americano Albert Hyman inventó un instrumento electro-mecánico que desarrolló con un generador de impulsos eléctricos de manivela.
El primer marcapasos externo fue diseñado y construido por el ingeniero electricista canadiense John Alexander Hopps. Se trataba de un dispositivo de gran tamaño, poco práctico y doloroso para el paciente. Además, como tenía que alimentarse por corriente alterna conllevaba un riesgo potencial de electrocución.
Sin embargo, no fue hasta 1949 cuando se fundó la principal compañía de equipamiento médico a nivel mundial que consiguió en pocos años inventar el primer marcapasos portátil.
El paciente más famoso que sobrevivió gracias a él fue el sueco Arne Larsson a quien le implantaron su primer marcapasos en 1985. Desde entonces hasta su muerte en 2001 vivió con 24 marcapasos distintos y pudo experimentar directamente la evolución del invento.
La siguiente es una entrevista realizada por el periodista José Antonio Frías al mismísimo Arne Larsson para el diario el país de España en julio de 1985:
Arne Larsson es un sueco alto y sonrosado que el mes pasado cumplió 70 años y que desde hace 27 vive gracias a un marcapasos. Él es el primer hombre del mundo al que se le implantó este pequeño dispositivo que en la actualidad mantiene con vida a más de un millón de personas. Desde 1958 hasta ahora Larsson ha usado 24 marcapasos distintos y ha experimentado directamente la evolución del invento, que, entre otras cosas, ha pasado de una complicada operación torácica a una intervención menor que él compara con una visita al dentista.
Arne Larsson estuvo recientemente en Torremolinos, adonde acudió con motivo de la celebración, en la primera quincena de junio, de un un congreso europeo de marcapasos.Los problemas cardiacos de este ingeniero, especialista en centrales eléctricas, comenzaron en 1955 después de una hepatitis. Durante tres años, Larsson lo intentó todo, pero su estado empeoraba progresivamente hasta llegar a desmayarse a menudo en casa, en el trabajo y en plena calle. Su máxima preocupación era la familia, especialmente sus dos hijos, de nueve y tres años de edad.
"Seguí tratamientos con atropina, isprenalina, café, champán y mucho whisky, que de hecho fue la mejor medicina. Pero un día los médicos le dijeron a mi mujer que ya no podían hacer nada más por mí. Si en aquellos momentos me hubiera dicho alguien que ahora estaría aquí, disfrutando de la vida, le hubiera contestado: 'Amigo, ya no ocurren milagros".
La esperanza, sin embargo, resurgió en los últimos meses de 1958 cuando su esposa se enteró de que en el hospital Karolinska de Estocolmo el cirujano Aske Senning realizaba experimentos con perros. El escaso perfeccionamiento del invento hacía que la decisión de implantarlo a un ser humano se convirtiera en una tarea muy arriesgada. "Mi pulso era entonces de 20 latidos por minuto y sabía que el marcapasos era mi única oportunidad y tenía que aprovecharla". De esta manera, el profesor Senning y el doctor Elmqvist, inventor del aparato, comienzan a trabajar en el proyecto, y el 8 de octubre de 1958, por la noche, deciden abrir la cavidad torácica de Arne Larsson para insertarle dos cables en el músculo del corazón.Arne Larsson volvió a nacer aquella noche. Después de un año y medio de reposo se reincorpora a su trabajo hasta 1973, en que se jubila. Ahora hace una vida casi normal y el tratamiento médico es escaso. Ha tenido que renunciar a practicar su deporte favorito, el golf, pero monta en bicicleta, da grandes paseos y acude de vez en cuando a la discoteca "porque me gusta mucho bailar con mi esposa". Cuando se le pregunta qué es lo más importante para el paciente que vive con un marcapasos, Larsson responde que "debe intentar olvidar que está viviendo con y gracias a este aparato. El paciente tiene que evitar obsesionarse con el corazón y sentirse seguro".
Esta recomendación, difícil de asumir hace 27 años, es ahora totalmente posible gracias a los avances técnicos. En la década de los sesenta ya se consiguió evitar la necesidad de una complicada operación para implantar un marcapasos, y a mediados de los setenta se resolvieron los problemas de fiabilidad y longevidad del dispositivo, que dura actualmente hasta 10 años sin fallar. Los marcapasos más modernos han alcanzado un asombroso nivel tecnológico, hasta el extremo de dialogar con el médico, facilitándole información sobre la actividad del paciente y la energía gastada, por ejemplo.
Estos marcapasos, de forma y tamaño similares a un mechero, se controlan a distancia, y el que todavía no hayan alcanzado el ideal no se debe a inconvenientes técnicos, sino a un conocimiento insuficiente sobre cardiología y fisiología.
FUENTE:
El País (España)
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