jueves, 8 de febrero de 2024

El Dr Salvador Mazza : un luchador y héroe nacional


En Argentina, hablar del doctor Salvador Mazza es sacarse el sombrero frente a destacada personalidad. Es que precisamente estamos hablando del médico sanitarista argentino que luchó contra el mal de Chagas.
Nacido un junio de 1886 en Rauch, provincia de Buenos Aires, llega al Colegio Nacional de la capital para continuar sus estudios.
Entre libro y libro se gradúa de médico en la Universidad de Buenos Aires allá por el año 1910. Durante su formación, no sólo se dedicó a la bacteriología, la química analítica y la patología, sino que también fue Inspector Sanitario y participó de las campañas de vacunación en la provincia de Buenos Aires. Como esto fuera poco, se doctoró además en la misma universidad y fue nombrado bacteriólogo del entonces Departamento Nacional de Higiene.   
Dentro de su amplia experiencia y pasión por la investigación con fines de cura al más débil, podemos citar:   
 - la organización del lazareto de la isla Martín García. Allí los inmigrantes que llegaban a estas tierras con el sueño de hacerse la América, pasaban su cuarentena antes de entrar al país, y Mazza trabajaba en la detección de portadores sanos de gérmenes de cólera.
- Fue profesor de Bacteriología en la cátedra del Dr Carlos Malbran, y Jefe del Laboratorio Central del Hospital de Clínicas de Buenos Aires.
- Su labor desde las filas del Ejército en la modificación de la vacuna antitífica que se inoculaba entonces a los conscriptos.
- Viajes y mas viajes de actualización profesional a Europa y África, donde se desempeña, por ejemplo en el Instituto Pasteur de Argelia. Es en Túnez, donde conoce al Premio Nobel de Medicina Charles Nicolle, entomólogo y bacteriólogo que cobró notoriedad por sus investigaciones sobre el Tifus Exantemático. El mismo Salvador lo admira y define como "el padre espiritual de todos mis trabajos".
- Es justamente su amigo Nicolle quien lo apoya, en su viaje a la Argentina con el fin de estudiar las patologías regionales, al tanto de las deficiencias del sanitarismo nacional. Este apoyo en el proyecto de Mazza para la creación de un instituto es fundamental. En este instituto se llevó a cabo el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades endémicas del país, especialmente las de noroeste. Así nace en 1928 la Misión de Estudios de la Patología Regional Argentina (MEPRA), la institución ocupada de las endemias más importante en toda la historia del país.
Es entonces desde este instituto que Salvador lucha científicamente contra el Mal de Chagas, enfermedad de la pobreza y el subdesarrollo que ya había sido descubierta por el brasileño Carlos Ribeiro Justiniano das Chagas.   
     
En 1912 Chagas presentó la enfermedad y el resultado de sus estudios en los ambientes científicos de nuestro país. Pero inmediatamente, cuando se comprobó que su descripción de la sintomatología era parcialmente errónea, su figura científica cayó en el descrédito y la comunidad médica argentina supuso que la presencia de este parásito en la sangre era un hallazgo casual y no representaba necesariamente una enfermedad. Una vez más el Chagas era silenciado.
Pero gracias al cielo, hubo un médico sanitarista comprometido socialmente, como Salvador Mazza, que la redescubrió y la dio a conocer a nivel mundial. Mazza no le había dado la espalda a los supuestos estudios “erróneos” de Chagas. Es más, se cree que los datos aislados del científico brasileño fueron sumados a sus propias investigaciones en animales y lo llevaron a sugerir la creación de un instituto que se dedicara a estudiar las enfermedades propias de la región. Sin quererlo, este verdadero trabajo de equipo, junto con el ya destacado apoyo de Nicolle, dieron sus frutos en 1928, con la creación por parte de Mazza, de la primera Sociedad Científica de Jujuy. Esta entidad fue precisamente el puntapié inicial para la posterior creación de la MEPRA, organismo dependiente del Instituto de Clínica Quirúrgica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires.   
El MEPRA contaba con un equipo multidisciplinario que se ocupó de todas las patologías regionales humanas y animales, realizando múltiples actividades terapéuticas, de investigación y docencia. Nunca antes se había realizado en Argentina un relevamiento e investigación biológicos de esta magnitud en el campo de las patologías regionales y con un equipo profesional multidisciplinario, coherente y de tal calidad. La entidad no sólo sacó nuevamente a la luz esta enfermedad de la vinchuca, sino que además abocó sus esfuerzos a los novedosos y avanzados estudios de sus síntomas y lesiones.  
 Al mismo tiempo que conducía la MEPRA, Mazza logró que le construyeran un vagón de ferrocarril y que le otorgaran un pase libre para transitar con él por todo el país. Con este vagón equipado con un laboratorio y un consultorio que él mismo diseñó, recorrió innumerables regiones argentinas. En su extenso itinerario investigó y asesoró a muchos médicos que requerían su ayuda. “Mazza recorrió el país desde el Lago Argentino hasta el cerro Zapaleri, desde Caleta Olivia hasta Puerto Irigoyen, explorando, enseñando, estudiando sin descanso y sin tregua, haciendo todo de a centenares: extracciones de sangre, cultivos, exámenes serológicos, inoculaciones, biopsias, etc.. Todo lo realizó sin preocuparse por la precariedad de los medios o por lo difícil de las situaciones: desde una punción lumbar en una carpa de un campamento de obreros ferroviarios, hasta una autopsia realizada en el suelo, al aire libre, en una toldería indígena. Se lo podía ver también en villorrios, dando clases o haciendo demostraciones prácticas para uno o dos médicos a fin de interesarlos en el estudio de las endemias rurales.”  
En el año 1942 se contacta con el descubridor de la penicilina, Alexander Fleming, para obtener el cultivo original. Luego del aprendizaje de algunos errores y dificultades, en 1943 la MEPRA logra producir el antibiótico, comprobándose en el exterior que el medicamento hecho en estas tierras era de excelente calidad. Pero, una vez más, el gobierno argentino le dio la espalda sin reconocer la tamaña magnitud de sus investigaciones. Mazza, dicen, contó con “mas reconocimiento en el extranjero que en su propio país”.  
Murió en México en 1946. Allí se encontraba en unas jornadas de actualización sobre el Chagas. A partir de su muerte, la MEPRA sufrió una serie de ataques político-institucionales por los que en 1958, se cerró definitivamente, destruyéndose el valiosísimo material investigativo y documental de la entidad.   
Mazza y sus colaboradores trabajando siempre desde la oscuridad, como la vinchuca, pudieron dar luz, no callar esta enfermedad que desde otros sectores se silenciaba. Salvador Mazza fue no sólo un luchador sino un héroe nacional como tantos otros que permanecen en el anonimato y que pelearon por un país más sano. 
FUENTE: Asociación de Lucha contra el mal de Chagas

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