martes, 2 de agosto de 2011

Soy leyenda: El mito Javier Zanetti

Embajador argentino en el fútbol italiano, coleccionista serial de premios, marcas y reconocimiento, ganador de todos los títulos en 2010 y emblema de la asistencia perfecta. A los 37 años, el Pupi se mantiene vigente en la Selección y representa el espejo perfecto en el que pueden reflejarse los jóvenes.
                                          Zanetti en la selección argentina

El partido se siguió jugando, aunque nadie sabe bien qué pasó en esos minutos. Los ojos de los hinchas y las cámaras estaban fijos en lo que hacía Javier Zanetti fuera de la cancha. Uno por uno, el Pupi saludó a todos, incluido el hombre que levantó el cartel y anunció el cambio. Lo aplaudieron hasta los jugadores rivales. Fue uno de esos momentos que ameritan una pausa para escribir un pedacito de historia, como una de esas fotos en RAW que hasta las cámaras más modernas se toman un segundo para grabar bien.

Lo reemplazó Davide Santon, uno que aprendió a caminar cuando él ya jugaba en la Primera de Talleres. Luego llegó el abrazo con su técnico Leonardo y el resto de los suplentes, y siguió la caminata por detrás de los bancos, mirando al público, tirando mil besos al aire y recibiendo a cambio un millón. Esa noche contra el Cesena, Zanetti acababa de transformarse en el jugador con más partidos en la historia del Inter en la Serie A.

Detrás habían quedado los 519 de Giuseppe Bergomi. El Tío, como lo apodan, fue su compañero y capitán cuando él llegó a Italia en 1995, con la misma cara de nene que tiene hoy. En las tribunas, los hinchas mostraban banderas preparadas para la ocasión. Sobresalía una, de casi 30 metros de largo: “Javier Zanetti, superaste al Tío y todavía parecés su sobrino”.

El ex arquero Gianluca Pagliuca lo felicitó por televisión: “Espero que puedas jugar dos años más, ‘Avier’ –le dijo en vivo–. Pero sólo dos años, por favor, porque si no, me vas a sacar el récord de 592 partidos en Serie A”.

Il Capitano, como le dicen en Italia, ya ingresó en un mundo de fábula que muy pocos conocen y del que ya nunca saldrá. Cada partido que juega, en el Inter o en la Selección, significa una nueva marca. Ya no hay domingo ni miércoles que no impliquen un récord. ¿Presencias europeas? Lo tiene él. ¿Años de capitanía? El. ¿Partidos en Serie A? El. ¿Presencias en la Selección? El. El chico que ayudaba a su papá como albañil hoy ya construyó un rascacielos, solito y a puro empeño.
Jugando para Banfield contra Boca

Con el golazo que le hizo al Tottenham en la zona de grupos de la Champions League, también se convirtió en el jugador de más edad en meter un gol en esa competencia. Tiene 37 años, pero físicamente está en plenitud. Cada temporada deja para el compilado en Youtube alguna de sus características apiladas (como la de esta Champions contra el Twente, no se la pierdan) aunque su perfil en el campo dista mucho de aquel lateral de arranque feroz pero con neto sentido vertical.

La evolución de Zanetti lo transformó en un jugador que se especializa más en cortar la cancha que en il trascinatore de fines de los 90. Por entonces lo habían apodado tractor, pero quizás sea más tractor ahora, recorriendo el campo de lado a lado, haciendo el trabajo sucio (pero limpio, siempre limpio) y transformándose en un as para los relevos, para el toque preciso y para encontrar un espacio libre para la recepción. Con más sentido transversal de su juego, la zona de influencia de Zanetti se maximizó, como les sucede a muchos jugadores que pasan cierta edad y corren mejor la cancha, pero su físico –al contrario de los de la mayoría– se mantiene intacto. O sea que aquellas apiladas de gambeta larga aún aparecen, aunque ahora ya no limitadas a la raya, sino que quizás vengan por el medio o por izquierda (repetimos, vean su jugada contra el Twente).

En Holanda, Ruud Gullit volvió a definirlo como el mejor argentino: “Es un jugador que nunca pierde una pelota, que puede jugar en cualquier puesto y en todos rinde por igual, que físicamente está por encima de la mayoría, sin importar la diferencia de edad. Es el futbolista argentino más inteligente que uno puede encontrar”, le dijo a El Gráfico en Rotterdam.

Su DT Leonardo tampoco bromea a la hora de describirlo: “El suyo es un caso para estudiar. La constancia, el modo en que juega los partidos, es simplemente increíble. También es impresionante su recuperación pospartido. Zanetti es un mito. Su historia es hermosa”.

Lo mejor de esa linda historia de Zanetti en Italia quizás no pase por estos últimos cinco años de títulos, como uno podría pensar. Es cierto, con el collage de copas que levantó podríamos empapelar una pared entera. Pero a estos años les precedieron otros, sin trofeos, en los que igual se ganó el reconocimiento unánime. Un respeto que le hizo perder su nombre, su apellido y su apodo, para pasar a ser simplemente Il Capitano. Así, a secas. Como Maldini en el Milan.

Y hace falta aclarar que el Inter no es la Sampdoria ni el Udinese, que pueden permitirse no ganar. Al contrario, es el club que más vende en tiempos de crisis. O el club al que más fácil era encontrarle una crisis, en tiempos de calciopoli. La Juventus tenía la omertà de Moggi; el Milan, la ley mordaza del protectorado de Berlusconi. Era fácil que el Inter fuera un escándalo. Con Cúper, con el 5 de mayo, con Vieri, con los pasaportes, con el locuaz Moratti, con Ronaldo, con los tantos técnicos echados o con los refuerzos mal elegidos.

Entonces, que en ese período un extranjero se haya convertido en el capitán con más años en la historia del club, además de un ícono del público y de la dirigencia, ayuda a entender que el reconocimiento de hoy no es solo producto del presente dulce. Al contrario, el respeto ya estaba amasado y procesado, aun con las vitrinas vacías, salvo por aquella Copa Uefa contra la Lazio en la que marcó un gol en la final. El escándalo de calciopoli ayudó a que la vitrina se llenara de golpe.

Igual sorprende que durante una década sin victorias, Zanetti no haya sido fagocitado por la exigencia de renovación producto de un clima inestable y de recambio permanente de figuras. Ni siquiera lo tentaron las ofertas para irse a clubes que le ofrecían sueños de gloria más convincentes, como el Real Madrid o el Manchester United en 2000.



Javier Zanetti con sus padres

Su estatua de cera ya estaba puesta en el museo del Meazza antes de su primer scudetto: allí hay solo 12 jugadores del Milan y 12 del Inter. Son los mejores de todos los tiempos, como para jugar un picadito de madrugada al estilo de Una Noche en el Museo.

Massimo Moratti, el hombre que considera a Zanetti primero parte de su familia y luego el capitán de su equipo, lo pone a la altura del recordado Giacinto Facchetti, lateral del Inter de Helenio Herrera y un ejemplo de conducta fuera de la cancha. “Facchetti y Zanetti son los máximos símbolos del Inter. Lo que más sorprende de Javier es que siempre da más de lo que se le pide. Como interista, él es nuestra bandera”.

En el año 2007, veinte días después de la muerte de Facchetti, el plantel aún estaba conmovido. En Florencia, Javier salió a la cancha con un brazalete especial. La cinta decía: “Sos todo lo que un hombre debería ser. Te vamos a extrañar”. Para los jóvenes, Zanetti significará lo mismo que supo transmitir Facchetti a las generaciones anteriores.

Está en cada uno dejarse cautivar por valores como la corrección, la constancia y el profesionalismo, pero esto no invalida ninguna de las virtudes del Zanetti-jugador, que primero y principal rinde en el campo.

Sergio Batista, por lo pronto, dio su veredicto: lo convocó en el primer amistoso de su ciclo y ya lo confirmó para la Copa América. Daría la impresión de que lo quiere para que sea el referente máximo, dentro y fuera de la cancha. Como pasa en Italia.

Carismático desde su forma de jugar y sus ganas de sumar, sin vestigios tribuneros ni actitudes guerreras, la influencia real de Zanetti es aún difícil de medir.

El ciclista italiano Eros Capecchi, por ejemplo, corre con el brazalete de capitán del Pupi. “Es mi ídolo. Lo admiro porque es un gran campeón pero también un ejemplo como deportista”. Otro caso: en Beijing, un grupo de hinchas chinos lo esperaban en el aeropuerto con una pancarta con su foto donde le daban la bienvenida. En el Inter, Zanetti ayudó a moldear a una camada de jugadores que cada vez se le asemejan más en conducta y carácter: de Cruz a Burdisso, de Cambiasso a Samuel y Milito, citando solo los argentinos.

Si hubiera que trazar un perfil del deportista ideal, sería difícil no tentarse y empezar haciendo un desglose de Zanetti, como para moldear los grandes trazos: actitud, aptitud, constancia, profesionalismo, interés, sencillez, liderazgo y perfil bajo. Mientras otros filman publicidades donde luchan con dinosaurios para mostrar los últimos botines galácticos, él es la cara del calzado deportivo Gaelle. Y no por eso pierde ningún anillo.

El marketing y los excesos no son lo suyo, salvo por el exceso de entrenamiento: hasta cuando llegó para casarse con Paula pidió ir a entrenar. “Zanetti fue, es y será un ejemplo para un montón de chicos. Ahora, cuando trabajo con un grupo selectivo, les digo siempre lo mismo: ‘Si se entrenan, se preocupan, se cuidan y hacen caso, van a llegar… Una vez en tal año yo dije esto mismo y un chico se lo creyó. Ese chico hoy es el capitán del Inter y récord de partidos en la Selección… Y estaba sentado como ustedes. Y si le pasó a él, por qué no les va a pasar a ustedes”, cuenta Norberto D’Angelo, el técnico que lo promovió en Talleres. Y agrega: “Javier trabajaba repartiendo leche en un carro y no podía entrenarse por la mañana con nosotros. Entonces, hablé con el hermano y Javier le pidió permiso al dueño del camión; dejaba el carro a las 8.30 de la mañana en la puerta del club y luego se entrenaba”.

La Fundación Pupi que creó junto a su mujer no influye en la definición que pueda recibir como futbolista, pero sí como persona. Su suegro, Andrés, la dirige; su suegra, Mónica, está a cargo del gabinete pedagógico. En Milán, con Cambiasso, también abrió una escuelita de fútbol para los chicos que buscan un lugar donde jugar.

Su sencillez sorprende incluso a quienes más lo conocen. En 2005, por un problema en la pelvis, Pupi pasó un tiempo en Buenos Aires y paró en Talleres. “Vino con un fisioterapeuta italiano y pidió permiso para entrenarse. No lo podía creer. Si el club es de él. Encima, llegó al vestuario y preguntó si podía pasar. ¡El capitán del Inter nos pidió permiso! Eso habla de lo buen tipo que es. Cuando se fue, regaló todo. Te imaginás lo que fue para los muchachos tener una pilcha del Inter”, cuenta D’Angelo desde Necochea, usando uno de los pantaloncitos que ligó del Pupi.

Ningún jugador de un país que aún debate si Messi es tal cosa o tal otra, puede salir indemne de las críticas. Y Zanetti no es la excepción. Pero tampoco le interesa serlo.

Si tuviera un poco de malicia, quizás no se habría quedado sin ir al Mundial de Sudáfrica. Del Mundial 2006 se recuerda la polémica por la exclusión de Germán Lux, el tercer arquero. Zanetti no dijo ni mu. En el 2010 pasó lo mismo. Se bancó las Eliminatorias y se quedó sin lo que habría sido su tercera Copa. Se mordió los labios de la bronca, dio vuelta la página y siguió. Vale recordar que en ambos Mundiales la Selección jugó con Burdisso, Scaloni, Coloccini, Jonás Gutiérrez y Otamendi en el puesto de lateral derecho. Aunque la posición más lógica de Zanetti en Sudáfrica hubiera sido al lado de Mascherano, la rueda de auxilio que más le faltó al equipo de Maradona. La misma que ejecutaba el Pupi en el Inter de Mourinho.

En ese 2009/2010 jugó todos los partidos salvo uno por suspensión, primer faltazo en tres años. Alternó entre volante derecho, central, izquierdo y lateral izquierdo. Muchas veces, cambiando de rol durante el juego. “Alguien que tiene vida de profesional verdadero demuestra que puede jugar siempre”, dijo Mourinho en la última nota de El Gráfico. Entre los ejemplos citados, naturalmente destacó a Zanetti. Como técnico, Mou pide intensidad e inteligencia: Zanetti sobresalía en ambos. Cuando superó en presencias a Facchetti (634), el portugués se sacó el sombrero: “Qué puedo decir... Para mí es un honor haber sido uno de los técnicos que dirigió a Zanetti”.

Ahora al Pupi solo le queda ir por un récord: los 758 partidos del Tío Bergomi en sus 20 años interistas. Javier lleva 728 y contando. Desde Italia, Bergomi dice: “Las marcas están para romperse. Si Javier se queda con la mía será un honor. En su primer día hicimos un ejercicio con pelota y nadie se la podía sacar. Ahí me di cuenta de que podía hacer historia. Hace poco dije en broma que él podía jugar hasta los 50. Ahora digo en serio que si quisiera, podría jugar hasta los 45. Tiene un físico superdotado y una resistencia única que no decae durante el partido. Es como Maldini: decidirá él cuándo quiere dejar. También puede ser un gran dirigente, porque tiene muchos valores para transmitir”.

Así, ladrillo por ladrillo desde hace más de 15 años, se construye el mito de Zanetti. Su historia tiene poco de hadas y mucho de trabajo. Un caso para estudiar. Y para imitar.


Por Martín Mazur y Darío Gurevich / Fotos: Archivo El Gráfico



FUENTE: REVISTA EL GRAFICO
ttp://www.elgrafico.com.ar/2011/03/21/C-3380-el-mito-javier-zanetti.php

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