miércoles, 5 de septiembre de 2012

La Madre Teresa de Calcuta y la obra para los moribundos

La obra para los moribundos tuvo inicio así: Madre Teresa estaba en búsqueda de los pobres enfermos, cuando por la calle encontró un hombre moribundo, que apenas daba signos de vida. Yacía en los deshechos en fin de vida. Todavía movía los ojos, los labios susurraban: ¡“Ayúdame, estoy muriendo!¡No tengo a nadie!”. Buscaba de moverse, pero ahora estaba tan débil que no podía más. Era el año de 1952.



Oigamos el relato dramático de la voz de Madre Teresa:

“Un día encontré un hombre moribundo en los deshechos, no lejano del hospital Campbell, cercano a nuestra casa. Yo fui a rogar que lo recibieran en el hospital. Inútilmente. Para él no había lugar. Fuimos a la farmacia a comprar de los medicamentos, pero cuando regresamos ya había muerto... Estaba tan conmovida y triste. Entonces me dije así: Tienen más cuidado por los perros y los gatos que por los seres humanos. Después fui a protestar a las autoridades municipales...”

No se detuvo ahí, protestó también en el hospital, y dijo a las autoridades estatales así: “Si no tienen cuidado o no quieren cuidar de esta gente que muere en la calle, entonces encuéntrenme un lugar donde yo podré arreglarlo y tendré el cuidado...”

Le dieron una indicación bien precisa, pero un poco complicada y peligrosa. En barrio de Kalighat, que es un poco el “Vaticano de Roma” para la ciudad de Calcuta, el centro religioso para los hindúes: el famoso y bellísimo templo de la diosa Kalí. Alrededor del templo había tantos edificios, y un complejo en construcción para el comercio, para el baño santo y para tantas otras actividades. Allí estaba también un gran edificio para los peregrinos, que después de las oraciones y los diferentes ritos religiosos, se reposaban. El funcionario estatal junto con Madre Teresa fue al lugar y le hizo ver esta casa, pidiéndole si la quisiera tomar y utilizar para los moribundos. Madre Teresa aceptó enseguida y con mucha gratitud. Dentro veinticuatro horas la casa nueva estuvo llena de muchos moribundos.

Pero he aquí que surge una nueva dificultad: los sacerdotes de la diosa Kalí, y muchos fieles hindúes, después de haber visto “profanar” su lugar sacro, sin poner cuidado a las castas, a la religión, a tantas otras diferencias, se acercaron todos al lugar, enfurecidos contra Madre Teresa. Ella al contrario tranquilamente ayudaba, limpiaba, cuidaba, amaba, servía... Llegando fueron con Madre Teresa, para pedirle como es que vino propiamente ahí con esa gente. Después de haber oído que estaban las autoridades estatales a darles esta “casa para los moribundos”, protestaron enérgicamente a éstos, buscando así de provocar un conflicto grave de carácter religioso.

Un funcionario les promete que había hecho todo lo posible para expulsar a esta “mujer blanca” que no respetaba sus tradiciones religiosas y las tribus. Y lo hizo seriamente. Fue enojado a verificar al lugar el “derecho de la profanación”. Entrando en un gran salón se encontró con una escena jamás vista: ¡había un centenar de hombres y mujeres tendidos, en fin de vida, y Madre Teresa con su religiosas, sin poner cuidado a nadie, como un ángel, buscaba de estar cercana a todos, de hacer todo lo posible ara salvarlos, si esto no fuera posible, al menos de hacerlos morir en paz, con dignidad humana! El funcionario se conmovió. Llamó a Madre Teresa y le dijo así: “¡Felicidades, Madre buena! Usted es verdaderamente la diosa viva –Kalí, el ángel del consuelo. Continúe así. Le deseo mucha suerte y mucho éxito. ¡Dios la ayude!”.

Saliendo afuera, conmovido y enojado, casi llorando dijo a los sacerdotes de la diosa Kalí, a los fieles, y a los periodistas reunidos ahí: “¡Si, yo verdaderamente prometí de sacar a esta mujer, y mantengo mi compromiso; Escuchen bien esto que les digo: Antes de esto se necesita que sus madres, hermanas y ustedes mismos vengan a hacer aquello que realizan estas religiosas. En el templo tienen una diosa de piedra negra y aquí hay una diosa viva!”

Viendo la bondad, la generosidad la dedicación extraordinaria para con los moribundos, la población poco a poco aceptó esta casa. Así hicieron también los sacerdotes de la diosa Kalí, los cuales no solo no se opusieron más a esta obra, sino que buscaron de todos los modos posibles para sostenerla y ayudarla. La obra tuvo su inicio el 22 de agosto de 1952, cuando las “misioneras de la caridad” eran solamente 28 religiosas y estaban hospedados en la casa del señor Gomes.

Madre Teresa en 1986 relató este hecho: “La Casa del Corazón Puro (así se le llamó a la casa de los moribundos) es para muchos el “purgatorio”; el paso a la casa del Padre. Hasta hoy han pasado más de 60,000 hombres y mujeres, 30,000 han muerto ahí en paz, otros han sanado.

He aquí otro ejemplo típico: Un día encontré un hombre en una alcantarilla. Todo el cuerpo era una gran llaga. Las ratas se lo había casi “devorado”. Lo llevé a nuestra casa para los moribundos. ¿Sabes que me dijo aquel hombre? Dijo así: He vivido todos estos años como un animal en la calle. Ahora moriré como un ángel, rodeado de amor y de cuidado. No podré nunca olvidar sus palabras, pero sobretodo su cara tranquila y sonriente. Tres horas después murió como un ángel”.

Las religiosas cada mañana iban por las calles buscando y recogiendo los moribundos. La gente primero les observaba con menosprecio, quizá con un poco de miedo; después nace una colaboración y una ayuda recíproca. La población, si veía o encontraba alguien en la calle, lo llevaba de la Madre Teresa o bien les decían a las religiosas el lugar donde yacía y ayudaba a llevarlo a la “casa de los moribundos”.

Entre muchos colaboradores había tantos jóvenes, muchachos, muchas, un poco todos. El trabajo era muy difícil, requería una gran fe, amor, pero también fuerza física, porque al inicio, no teniendo casi ningún medio técnico, llevaban a los moribundos sobre las espaldas, o en cualquier carreta que debían jalar.

En 1969 Madre Teresa fundó la rama masculina “Misioneros de la caridad” que en gran parte hoy desempeñan este trabajo. Ya en 1969 las “Misioneras de la Caridad” tenían abierto 15 casas para los moribundos, 12 en India y 3 afuera. Cada año el número de las casas crece, pero crece también la experiencia del trabajo, el amor y la acogida para un pasaje feliz a la eternidad.

He aquí que narra Madre Teresa; “con algunas de nuestras religiosas estábamos yendo para el Congreso Eucarístico. Por el camino noté dos seres humanos en fin de vida: un hombre y una mujer. Me detuve. Dije a las religiosas: ustedes vayan al Congreso Eucarístico, yo en cambio me detengo aquí a asistirlos. Los tome y los llevé a nuestra casa de los moribundos. Muchos se enojaron conmigo porque no fui aquel día al Congreso Eucarístico. Yo dije simplemente así: partí para adorar a Jesús bajo la especie del pan y lo encontré por el camino bajo la especie del moribundo. Me detuve, y lo adore expresándole todo mi amor...”

Esta obra de Madre Teresa tiene un valor profundo humano, pero sobretodo “cristiano”: dar sentido y significado a la vida ya, humanamente hablando, fallido, desesperada, renovada, y recuperar “in extremis”, como hizo Jesús sobre la cruz con el ladrón arrepentido, esta gente que en la vida no ha conocido otro que la miseria, el hambre, la sed, el dolor, el camino... Demostrar, testimoniar, hacer vivir a esta gente el amor de Dios propio en estos momentos dramáticos, y asegurarles que les espera el buen Dios Padre, la gloria en la eternidad, sin ninguna distinción religiosa, hacerles esperar y morir en paz... He aquí que provoca esta cercanía, testimonio, amor: Una mujer esta en fin de vida. Viéndola así servir, amar, limpiar, abrazar, hace esta pregunta a Madre Teresa: “¿Pero tú por qué lo haces?”. Madre Teresa responde; ¡“Porque te quiero, porqué Dios te ama!”. Y ella, toda feliz, le dijo: “Dilo otra vez, porque es la primera vez en mi vida que oigo estas palabras”. Madre Teresa comenta así: “Y murió completamente feliz, en paz pasó a la eternidad, se fue a la Casa del Padre”.

Fuente:
http://users.libero.it/luigi.scrosoppi/santi/teresaspa.htm
Tomado del libro: Madre de la Caridad de LUSH GJERGJI ed. VELAR

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