El Pacto Roerich y la Bandera de la Paz fueron creados y
promovidos por Nicolas Roerich, con el fin de proteger los tesoros del genio
humano, estableciendo que las instituciones educativas, artísticas, científicas
y religiosas, así como los lugares de relevancia cultural, debían ser
declarados inviolables, y respetados por todas las naciones, tanto en tiempos
de guerra como en tiempos de paz.
El 15 de Abril de 1935, el Pacto Roerich fue firmado en la
Casa Blanca, en presencia del entonces Presidente de los Estados Unidos
Franklin D. Roosevelt, por representantes de 21 gobiernos de toda América.
Una nueva visión
La contribución más importante del Pacto Roerich fue la
introducción de una nueva visión: que la conciencia de toda la humanidad se
expande con cada acto creativo del genio humano; que hay períodos en la
historia en que nuevas ideas se introducen para el beneficio de todos; y que
mientras el ser humano se encuentra más a sí mismo y a trabajadores concientes
en el campo de la cultura, las artes, la ciencia, las religiones y los muchos
infinitos ámbitos constructivos del mundo, se vuelve imperativo que no sólo les
prestemos atención, sino que apoyemos esos movimientos que mejoran la calidad
de vida.
El Pacto Roerich y la Bandera de la Paz, significaron una
contribución a la mejora de las condiciones mundiales, ya que representó un
sendero y un llamado a la unidad internacional y a la paz mundial. El pacto fue
firmado por todos los países de América, sin embargo, representó un tratado
abierto a la adhesión de todos los países del mundo y generó un movimiento
mundial en busca de la unidad global y rescató los valores y logros de la
creatividad humana.
¿Quien fue Nicolás Roerich?
Nicolás Roerich (San Petersburgo, 1874 – Kullu, 1947) es uno
de esos hombres inquietos que a lo largo de su vida tocan todos los palos:
arqueólogo, viajero, escritor, pintor, escenógrafo y, por encima de todo, un
místico e idealista capaz de recorrer Asia durante años en busca de la ciudad
perdida de Shambhala, uno de esos mitos cuya existencia real, como la de la
Atlántida, nunca ha podido demostrarse.
Miembro de la alta sociedad de la Rusia zarista, Roerich
estudió Derecho por deseo de su padre y Bellas Artes por vocación propia. En
1901 se casa con Helena Ivanovna, hija de un archiduque, que a lo largo de su
vida sería su fiel compañera y juntos viajan por toda Europa. Tras la
revolución rusa se instalan en Finlandia, país que inspira a Roerich una larga
serie de cuadros. En 1920 se traslada a Estados Unidos invitado por el Chicago
Art Institute y allí expone 400 lienzos. En 1921, en Nueva York, funda el
Master Institute of United Arts, en el cual trata de poner en práctica su idea
de enseñar juntas todas las artes: pintura, música, canto, danza, teatro,
cerámica, alfarería, dibujo… Roerich no sólo sigue pintando, sino que además
escribe una colección de sesenta y cuatro poemas en verso libre que fueron
publicados en Berlín, en ruso, bajo el título de Flores de Morya, y en inglés
como Flame in Chalice (La llama en el cáliz).
En 1923 Roerich, con su esposa y su hijo, llega a la India,
se traslada a Sikkim, al pie de los Himalayas, e inicia un viaje de exploración
que le lleva hasta el Turquestán chino, Altai, Mongolia y Tibet. La crónica de
este viaje está recogida en su libro El Corazón de Asia. Roerich es el perfecto
ejemplo de viajero en el que el viaje exterior va en paralelo con el interior,
ya que la obra citada es, por una parte, un clásico libro de viajes, donde se
describen paisajes y accidentes geográficos, se cuentan anécdotas y costumbres
de los pueblos que se visitan y se narran las penurias de los viajeros, como el
calor del desierto de Taklamakán, la falta de oxígeno debida a la altura del
paso de Karakorum, los vientos helados en las estepas tibetanas o los ataques
de bandidos tártaros; pero además en el relato está siempre presente la mítica
Shambhala como una ciudad invisible que apareciera y desapareciera entre la
niebla, y que hace las veces de un eje alrededor del cual gira en espiral la
vida y cuyo centro el viajero nunca conseguirá alcanzar.
Durante este viaje, que dura 5 años, Roerich pinta 500
lienzos. Estas pinturas asiáticas son las más celebradas: representan la
grandiosidad de la naturaleza de los parajes que recorrió: montañas
inaccesibles, cielos inmensos, el blanco azulado de la nieve, los tonos
naranjas y rojos del sol y las sombras moradas. Y de estos paisajes surgen en
ocasiones figuras de legendarios guerreros y de personajes solitarios,
filósofos, lamas e incluso dioses. Igual que en sus textos, el interior y el
exterior del ser humano se reflejan en las pinturas. “Si se pretende pintar los
Himalayas teniendo enfrente los Alpes, faltará algo, imponderable pero real“,
escribió Nicolás Roerich.
Al regreso de este viaje los Roerich se instalan
definitivamente en Kullu (India), al pie de los Himalayas. Al año siguiente,
Nicolás Roerich viaja a Nueva York, donde propone el uso de la llamada Bandera
de la Paz, símbolo diseñado por él mismo, para proteger los bienes culturales
en caso de guerra. En muchos de sus planteamientos filosóficos y artísticos,
Roerich fue un adelantado a su tiempo y hora es de descubrirlo.
Sus 7.000
pinturas se reparten hoy en 250 museos, el principal es el Nicholas Roerich
Museum de Nueva York.