lunes, 5 de septiembre de 2011

Profesor Jaime Escalante, Alias Kimo

«Ganas. Eso es todo lo que os hace falta. Ganas de aprender»

El 30 de marzo de 2010, murió Jaime Escalante, el profesor de matemáticas boliviano que logró convertir un instituto estadounidense en el centro de atención del país. Escalante cambió el rumbo de las vidas de unos estudiantes —jóvenes desmotivados, pandilleros, hijos de familias pobres de origen mexicano— y obligó a replantear la idea preestablecida de quiénes pueden tener éxito académico y quiénes no. Cualquiera puede, demostró Escalante. Sólo hacía falta una cosa, que él recordaba continuamente a sus alumnos: «Ganas. Eso es todo lo que os hace falta. Ganas de aprender». La historia de Escalante en aquel instituto inspiró la película "Con ganas de triunfar" (Stand and Deliver, 1988).


Más valioso que el dinero

Antes de emigrar a Estados Unidos, Escalante ya era un profesor de matemáticas reconocido en La Paz. Cuando llegó a Norteamérica, tenía 33 años y no sabía inglés. Realizó todo tipo de trabajos, incluso fregar suelos o hacer hamburguesas, mientras estudiaba inglés por las noches para poder conseguir su acreditación como maestro. Llegó también a trabajar en una empresa de ordenadores, pero lo cambió por un puesto peor pagado de profesor en un Instituto. Era la Escuela Secundaria Garfield, en el barrio Este de Los Angeles. El 85% de los alumnos procedía de familias con bajos ingresos, muchas de ellas sin estudios. La moral de la Escuela era muy baja y nadie esperaba nada de esos chicos. «Mis amigos decían "Jaime, tú estás loco". Pero yo quería trabajar con gente joven», dijo a The Times. «Eso era más valioso para mí que el dinero».


Le asignaron la enseñanza del nivel más bajo de matemáticas, que era realmente bajo, según LATimes. Pero Escalante acabó enseñando análisis matemático a sus alumnos, y les convenció para que se presentaran al examen nacional avanzado (Advanced Placement Calculus test), una de las pruebas más difíciles para estudiantes de secundaria en Estados Unidos. A finales de los años setenta, sólo se presentaban alrededor del 2% de los estudiantes de último curso de los institutos estadounidenses. El examen daba créditos a los alumnos para ir a la Universidad, siempre que consiguieran un buen resultado.

En 1982, 18 de sus estudiantes se presentaron al programa de cálculo avanzado. Los 18 alumnos aprobaron, y siete de ellos con la nota máxima, 5 puntos.

Acusados de hacer trampas


Escalante se convirtió en el centro de atención del país. Pero no todo fueron buenas noticias. Un equipo de examinadores les acusó de hacer trampas. Encontraron sospechoso que 14 alumnos cometieran el mismo error en el ejercicio número seis, entre otras curiosas similaridades. Los chicos estaban furiosos; creían que no habría ocurrido de no haber sido latinos.


Se les invitó a repetir el examen. Doce de ellos lo hicieron. Los demás no necesitaban esos créditos para entrar en la universidad. Todos volvieron a aprobar.


Después de eso, el número de alumnos fue en aumento. En 1983, se presentaron 33 y aprobaron 30. En 1987, 73 estudiantes consiguieron superar la versión AB del test de cálculo, y otros 12 pasaron la versión BC de ese examen.



En todo Estados Unidos, alrededor del 30% de los estudiantes latinos que pasaron las pruebas de cálculo procedían de una misma escuela: Gardfield. «Eso quería decir que cientos de miles de alumnos a los que no se les prestó atención podrían haber lo hecho igual de bien si alguien les hubiese ofrecido lo mismo que Escalante. ¿Pero qué era?», escribe Jay Mathews, del Washington Post.

El secreto de Escalante


En 1988, salió el libro: Escalante: el mejor profesor de América, de Jay Mathews, y la película Stand and Deliver, que relataba lo ocurrido en 1982. Escalante recibió muchas visitas en clase. Observadores, periodistas y profesores acudían para conocer su secreto. El profesor les decía: «La clave para mi éxito con los jóvenes es una tradición muy sencilla y consagrada por el tiempo: trabajo duro para el profesor y para el alumno por igual».

En un interesante artículo que se publicó en The Journal of Negro Education en 1990, Escalante explicó cómo lo hacía y qué tipo de alumnos elegía para su programa de matemáticas.


«No recluto a los estudiantes según sus notas, ni tienen que estar necesariamente entre los superdotados o con algún rasgo de alto coeficiente intelectual, porque creo que la separación no funciona, ni se ha demostrado que garantice que los estudiantes vayan a las clases más adecuadas para ellos. Mi único criterio para aceptarles en este programa es que el estudiante quiera formar parte de él y desee sinceramente aprender matemáticas. Yo les digo a mis estudiantes: "La única cosa que necesitáis para mi programa, y tenéis que traerla cada día, es ganas". Si se les motiva adecuadamente, cualquier estudiante puede aprender matemáticas. Los niños no nacen malos estudiantes; sin embargo, la escuela, el hogar del alumno y el ambiente de la comunidad pueden combinarse para producir un mal alumno. El profesor es crucial en esta ecuación. Depende del profesor que el alumno saque las ganas.»


Además de aquellos a los que les gustaban las matemáticas, Escalante solía escoger a los más gamberros y a los que tenían problemas de disciplina. «Me di cuenta de que los más payasos de la clase solían ser los más inteligentes, pero estaban terriblemente aburridos por la mala enseñanza, y desilusionados porque la Escuela representaba un callejón sin salida para ellos. Algunas veces, esos chicos mostraban tener más ganas que nadie cuando su "luz del aprendizaje" se encendía por fin.»

En los 70, uno de esos pandilleros le empezó a llamar Kimo (por Kemo Sabe, el apodo del Llanero Solitario), y, desde entonces, todos sus alumnos le llamaban así.

Entrenador deportivo


Escalante era como un entrenador deportivo, y sus alumnos, el equipo. Incluso hacían calentamiento antes de empezar, cantando "We will rock you", dando palmas y pisando fuerte.«Creo que si no hago de las matemáticas un reto vivo, entonces la asignatura seguirá pareciendo árida y rancia, como lo ha sido durante décadas, siempre asociada a la imagen de reglas de bolsillo y "cerebritos".


También utilizaba vocabulario deportivo en clase, para crear la sensación de acción, camaradería y competición entre los alumnos. «Por ejemplo, el examen de Cálculo eran las "Olimpíadas". Cuando un estudiante suspendía, después de la prueba era enviado a la UCI, Unidad de Cuidados Intensivos, que es la sección menos deseable de la clase. Los estudiantes de la UCI tienen que asistir a clases especiales después del horario escolar hasta que sus notas mejoran. Y los alumnos estaban motivados para mejorar y salir de la UCI.

Mientras daba clases nocturnas, le dio un ataque al corazón. Ignoró el consejo de los médicos de hacer descanso y volvió a clase al día siguiente. «Vosotros, burros, me habéis provocado un ataque al corazón», les dijo. «¡Pero he vuelto! ¡Todavía soy el campeón!».


«Jaime no sólo enseñaba matemáticas», dijo el actor Edward James Olmos, que interpretó a Escalante en la película. «Como todos los grandes profesores, él cambiaba las vidas». Según Olmos, Escalante tenía tres personalidades en clase: era profesor, padre-amigo y miembro de una banda, «y hacía malabares con eso, en un instante... Es uno de los mayores artistas», dijo el actor a The New York Times, en 1988. Cualquier cosa le servía para enseñar complejos conceptos matemáticos: chistes, cuchillos, muñecas, sombreros, ... Colgó un cartel en su clase que decía: «El cálculo no tiene porque hacerse fácil. Es fácil de por sí».


«Los estudiantes aprenden mejor cuando se lo están pasando bien», decía Escalante. «Utilizo juguetes, cuento muchos chistes, y dejo que los alumnos participen». En Bolivia, comprendió la importancia de ser comunicativo con los estudiantes y no estar simplemente trabajando en la pizarra todo el día.


«Soy extremadamente crítico con los maestros que se limitan a copiar mecánicamente cada día en la pizarra la versión del libro de texto para el profesor. Esos profesores están fallando a los alumnos porque no aportan vida a la clase. Los chavales se aburren tanto con este tipo de profesor que pronto acaban viendo la escuela como una cárcel con discursos», escribe Escalante.

Su carácter, no obstante, le creó algunos problemas con sus colegas y con algunos padres. Elaine Woo, la periodista de The Times que fue a entrevistarle entonces, le recuerda ahora con un aspecto «lejos del glamour», vestido con un jersey gastado y una gorra. Pero cuando empezó la clase, empezó la magia. Woo cuenta que llevaba una bolsa llena de objetos, desde sombreros hasta palos con cuerdas atadas para enseñar complejos conceptos matemáticos.

«Sí, era hortera», escribe Elaine Woo, en LATimes, «Pero se le veía tanto amor por sus estudiantes, que ellos le perdonaban. Y lo que es más importante, le escuchaban. Y cuando escuchaban, se daban cuenta de que este inmigrante boliviano bajito y calvo poseía un gran conocimiento de su asignatura, lo cual es un elemento esencial para ofrecer una enseñanza excepcional. Los sombreros divertidos captaban su atención, y su habilidad para explicar los conceptos más abstractos de matemáticas les subyugaban. Para muchos de sus estudiantes, el éxito conseguido en clase les proporcionó la confianza para conquistar después el mundo exterior, a menudo hostil».


Escalante demostró que todos los estudiantes pueden tener éxito académico, independientemente de su origen racial, social o económico o de lo exigente que sea la asignatura. «Siempre me río cuando alguien me sugiere que mi programa depende de la personalidad de un profesor (la mía) y que nunca podría servir como modelo en otras escuelas», dijo Escalante. «Eso sólo demuestra lo lejos que nos hemos ido de los fundamentos de la enseñanza».

Últimos años


En 1991, dejó la Escuela, harto, según dijo, de las envidias y de la política interna; se fue a otra, la Hiram Johnson High School, donde no consiguió reclutar a más de 14 alumnos al año para el examen. Culpó a la administración y a las diferencias culturales. En Garfield, había contado con la ayuda de un director comprensivo y de algunos profesores con mucho talento.


Años más tarde volvió a Bolivia, donde siguió dando clases de matemáticas hasta el año 2008. Volvió a menudo a Estados Unidos a ver a sus alumnos e impartir charlas sobre educación. Enfermo de cáncer de vejiga y con problemas de dinero por el alto coste del tratamiento, descubrió que muchos de sus antiguos alumnos se habían reunido en Garfield para recaudar fondos.


Jaime Escalante murió a los 79 años. Tenía una mujer y dos hijos.


Entre sus alumnos, hay ingenieros, abogados, médicos y profesores. Angel Navarro, hoy abogado, fue uno de ellos. Dijo a LATimes: «Hasta el día de hoy, él sigue siendo la persona que más ha influido en mi vida. Lo que aprendí durante 10 meses en su clase, hace 28 años, sigue siendo la base de todo lo que hago. Aunque se ha ido, él vive en mí y en otros incontables "burros" día a día».


Otro de sus estudiantes le contó a la periodista: «Recuerdo que un día me pilló imitándole. Pensé que me la iba a cargar. Pero, en lugar de eso, me hizo imitarle una y otra vez. "No está mal, pero puedes hacerlo mejor". Siempre te animaba para que mejoraras. Le echaremos de menos».


FUENTE: KINDSEIN.COM

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