Carlos y Carolina Brassesco son rosarinos pero adoptaron Venecia como su lugar.
Fueron una parte de los pioneros en revivir el carnaval veneciano en la década de los 80 con la fabricación de máscaras, un símbolo de esa ciudad.
Uno de los afiches de promoción del film "Ojos bien cerrados"
Carlos y Carolina Brassesco son rosarinos pero adoptaron Venecia como su lugar. Fueron una parte de los pioneros en revivir el carnaval veneciano en la década de los 80 con la fabricación de máscaras, un símbolo de esa ciudad. Su trabajo les permitió intervenir en la realización de cuatro películas, puestas teatrales, escenográficas y artísticas que los hicieron codearse con las personalidades más excéntricas de Europa y Asia.
Se conocieron en los albores de los duros años setenta, cuando estudiar en la universidad era, al menos, sospechoso. "En 1975 estaba entre el tercer y cuarto año de arquitectura. Fui a Madrid y después me quedé trabajando en Suecia para poder conocer Europa. Al año volví y conocí a Carolina en Bellas Artes. Paralelamente, la situación en la facultad se ponía bastante crítica", recuerda Carlos (58 años), quien debió irse con la tesis terminada pero sin poder recibir su título. Se fue a Venecia a estudiar urbanismo y se graduó en 1983 el mismo año en que, finalmente, recibió el diploma de la UNR.
Carolina había estado un tiempo antes en España, en Galicia, donde tiene familiares. Se encontraron en Europa pero ya se habían conocido en Rosario y estaban juntos. Después, con el tiempo, llegaron los hijos: Tania, de ahora 25 años, y Filippo, de 23.
¿Cómo fue el relacionarse con el negocio de las máscaras, algo tan simbólico para Venecia? Carlos prefiere hacer algo de historia y relata que "el carnaval de Venecia fue el primero en el mundo, nació en 1250. Tras la Segunda Guerra Mundial, Europa era un continente semidestruido que comenzaba a recomponerse a través del Plan Marshall. Los europeos vuelven a vacacionar nuevamente alrededor de 1965. Y Venecia ya era un polo de atracción turística incluso desde el medioevo. Empezó a venir cada vez más gente. Aumentó la capacidad hotelera, crecieron los negocios. Entonces el municipio decidió relanzar las historias que la ciudad había perdido, como el carnaval, que había sido prohibido por Napoleón".
El de 1980 fue un año clave. "Se formó un grupo —explica Carlos— que se dedicó a producir máscaras; de aquel grupo soy el único que quedó. Soy el más viejo del renacimiento del carnaval veneciano".
La experiencia fue interesante porque se empezó a recuperar parte de la historia. "La máscara acompaña toda la historia de Venecia —agrega el hombre criado en San Luis, entre Oroño y Alvear—. En el período de la peste bubónica empezó una época durísima. En ese entonces Venecia tenía 300 mil habitantes y murió casi las dos terceras partes de la población. Era un pánico total. De ser una de las ciudades más ricas, empezó una decadencia económica y social absoluta. No se comerció más con el mundo, las barcas entraron en cuarentena. Hasta los médicos comenzaron a usar máscaras por temor al contagio".
"Pero no sólo eso —acota Carolina, nacida en el barrio La Florida—. En esa época Venecia era surrealista porque prácticamente toda la gente andaba con máscaras. Desde las prostitutas hasta los mendigos o para entrar a un casino".
Carlos explica que el grupo primero empezó a recuperar las máscaras de carnaval y de la historia de la comedia del arte. Comenzaron con un simple puesto y los fabricantes eran todos extranjeros, ninguno local. "Es como que supimos ver lo que la ciudad pedía. Carlos construía las máscaras y yo las pintaba. No dábamos abasto. Después empezamos a vender en los negocios. Y hacíamos 10 y nos pedían 20. Ahí fue el desarrollo hasta que decidimos abrir un negocio nosotros. Nos fue muy bien en los 80 y 90. Hoy la competencia china ha complicado el panorama", se lamenta Carolina.
"Esto nació como algo artesanal —agrega Carlos—, siempre fue un hobbie para nosotros, pero nos explotó en las manos. Después armamos el taller más grande de Venecia. En los 80 la mayor parte de la producción eran máscaras históricas alusivas a la comedia del arte, como arlequines y polichinelas. Ahora, con el turismo y la cantidad de cosas chinas que hay le incorporamos plumas, cosas muy lindas también. Mayormente los trabajos los hacemos con papel, cuero, yeso, cerámica y ahora la plástica".
SI bien las máscaras de carnaval le dieron cierta notoriedad a la pareja, no sólo se asentaron en ese mundo. "En forma paralela comenzamos a hacer escenografías. Teníamos las bases y lo que hoy hacemos es mucho más articulado. Por ejemplo, hemos ido a San Petersburgo y en el palacio de Caterina hicimos un carnaval mucho más importante que el de Venecia, con puentes, caídas de agua, etcétera”, cuentan.
También narran sus experiencias con el teatro más viejo de Japón, el Kiogen, con quienes hicieron una gira por todo el país presentando las analogías entre la comedia del arte, surgida en Venecia, y el teatro japonés. Incluso en Taiwán, donde está el único parque temático dedicados a las máscaras del mundo, realizaron una muestra contando la historia del carnaval veneciano. Carlos también hace esculturas.
Entre las anécdotas recuerdan una de 2009, cuando el mayor mercader del acero de India llegó hasta el negocio de los Brassesco por el casamiento de su hija. “El hombre me pidió preparar tres días de boda hindú en Venecia. Hice escenografías porque actuaban Shakira, por ejemplo, y el Cirque du Soleil”, cuenta.
No descartan un emprendimiento similar en Rosario alguna vez, aunque aseguran que será difícil abandonar Venecia. Mientras tanto, la pareja sigue mostrando su arte al mundo.
En el mundo del cine
El mundo del cine le dio más trascendencia al trabajo de los Brassesco. Quizás la película de mayor notoriedad haya sido "Ojos bien cerrados", protagonizada por Tom Cruise y Nicole Kidman. "Allí aportamos las máscaras, y un día, para nuestra gran sorpresa, vinieron ellos dos en persona (Kidman y Cruise) a invitarnos a la avant premiere", cuenta Carolina.
Sin embargo, el primer filme en el que participaron fue "Las alas de la paloma", con Helena Bohman Carter al frente del elenco. Allí Carlos realizó la barca fúnebre para la escena en la que la actriz principal es trasladada cuando muere. "Para eso trabajamos 6 o 7 meses y en la película se ve un par de segundos cuando pasa la barca", se ríen.
Si bien ahora el trabajo para el mundo del cine está bastante parado, intervinieron en otras dos películas reconocidas: "El Mercader de Venecia", protagonizada por Al Pacino, y una de las últimas versiones de "Casanova", interpretada en 2005 por el desaparecido Heath Ledger. "Para este filme (abunda Carolina) hicimos la presentación en el palacio ducal con toda una escenografía majestuosa".
Por Mario Candioti
FUENTE : Diario LA CAPITAL
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