martes, 9 de octubre de 2012

Esteban Laureano Maradona, una vida ejemplar



" ..Vuelvo con las manos vacías, todo lo he dado.
Luz de las estrellas para alumbrar el camino.
Mi corazón humilde se lo ofrecí al destino.
Regreso pobre de amor, de ensueños y de esperanzas.
Una carga de lágrimas sólo he traido,
un dolor puro y santo como un niño dormido…

Dr. Esteban L. Maradona

Maradona nació en Esperanza (Santa Fe) el 4 de julio de 1895. Descendía, por parte de su padre, de una familia gallega que llegó al país procedente de Chile en la época colonial, en los días inmediatos a cuando Juan Jufré fundó la ciudad de San Juan. En esta ciudad se radicó la familia Maradona, que a través de los años, durante la dominación española primero, dio funcionarios de relevancia, y figuras de talla histórica luego, en los albores de nuestra nacionalidad. Un Maradona fue Alférez Real bajo los Borbones y apenas producida la Revolución de Mayo diputado por San Juan a la Junta Grande de 1810/1811. Sobre esta familia (originariamente Fernández de Maradona) hay referencias en varios libros de historia lugareña, entre ellos, "Recuerdos de Provincia" de Sarmiento.

En la segunda mitad del siglo XIX, uno de sus miembros, Waldino Maradona, siendo jovencito emigró de su terruño, hizo alto en Rosario y en seguida comenzó a ejercer la docencia particular por los campos de los entonces incipientes pueblos del sur de Santa Fe. Un día fue llamado para enseñar las primeras letras en la estancia "Los Aromos" cerca de Barrancas, perteneciente a Esteban Villalba, un criollo santiagueño y a Agustina Sosa, bonaerense, de los pagos de Azul. Allí conoció a una hija de éstos, Petrona de la Encarnación Villalba, que era también apenas una jovencita, y con ella contrajo enlace en 1875.
Waldino y Petrona de la Encarnación fueron los progenitores de una familia numerosa, y uno de sus hijos fue Esteban Laureano. Éste nació en Esperanza porque su padre - hombre múltiple, como muchos de los de aquellos años -, además de maestro fue coronel de guardias nacionales, periodista, productor rural y, sobre todo, político. Esta última actividad lo llevó a cambiar varias veces de domicilio, conforme las necesidades y conveniencias de su militancia y de su Partido. Fue amigo de Sarmiento -que visitaba su casa- y de Nicasio Oroño, entre otros.

Esteban Laureano, de muy niño fue llevado a la estancia "Los Aromos", junto a sus hermanos, y allí, con ellos y sus padres, en contacto íntimo con la naturaleza, pasó los mejores días de su vida. Siendo ya muy anciano, todavía los recordaba con romántica nostalgia: la música del piano que ejecutaban sus hermanas mayores, la hermosura y la fragancia de las flores, el canto contagiosamente alegre de los pájaros y la mansedumbre del río Coronda, que pasaba junto a la casa como una cinta interminable. Sin embargo, antes de entrar en la adolescencia, se vio obligado a dejar su paraíso, pues la familia se trasladó a vivir a Buenos Aires. En ella se recibió de médico dos décadas después, en 1928.

Se instaló unos meses en la Capital Federal y luego en Resistencia, capital del entonces Territorio Nacional del Chaco. Estaba allí en 1930, cuando una revolución depuso al presidente Hipólito Yrigoyen. Él nunca había sido yrigoyenista -por el contrario, cuando estaba cursando la carrera de medicina, fue candidato a diputado nacional por el "Partido Unitario", de vida efímera-, pero interpretó que era su deber como ciudadano defender la democracia y el gobierno constitucional; y lo hizo por medio de ardientes conferencias pronunciadas en las plazas públicas. Debido a ello fue perseguido y molestado. Entonces emigró al Paraguay, y ofreció sus servicios para desempeñarse como médico en la "Guerra del Chaco" -sostenida entre Bolivia y Paraguay, y que acababa de estallar-. Se lo incorporó en la Armada y estuvo contento de que se le confiaran enfermos y heridos de los dos países, pues según sus palabras, "el dolor no tiene fronteras".

Terminada la guerra, volvió a la Argentina, a pesar de que el gobierno paraguayo le pidió que se quedara, pues era muy apreciado y había cumplido abnegadamente con su misión. Empezó siendo aceptado como un simple camillero y tres años después era Director del Hospital Naval.
Había proyectado las etapas de su viaje: regresaría a su país en barco, hasta Formosa, y allí tomaría el tren que pasaba por Salta, Jujuy y Tucumán; en esta ciudad visitaría a un hermano, que era intendente; después llegaría a Buenos Aires, donde vivía su madre. Empezó a realizarlo. Un grupo numeroso de amistades, en testimonio de afecto, concurrió al puerto de Asunción cuando se embarcó. Hubo lágrimas, signo seguro de emociones profundas. A la tardecita arribó a Formosa. Allí permaneció unos días, hasta que resolvió continuar el trayecto.




Era el 2 de noviembre de 1935. La cristiandad conmemoraba el día de sus Fieles Difuntos. Maradona vio que unas mujeres subían al tren con ramilletes de flores artificiales, como se usaban en la zona, por imposición de un sol abrasador: seguramente iban a visitar el pequeño camposanto de alguno de los pueblecitos de la línea.

El tren partió de Formosa al despuntar la aurora, rumbo a Embarcación, donde se hacía el trasbordo, y en seguida se internó en el monte. Pocas horas después comenzó a notarse que el día iba a ser de intenso calor. A la media tarde, a través de abras y arboledas, Maradona seguía su viaje según lo previsto, sin demoras ni sorpresas. Todo aparentaba, todavía, continuar su rutina.
Pero al llegar a la pequeña localidad de Estanislao del Campo, ocurrió un episodio muy difundido en nuestro tiempo por la prensa, y que lo retendría por muchos años. Una joven parturienta estaba desde hacía tres días sin poder alumbrar y muy próxima a la muerte. Al saberse que en el tren viajaba un médico, se le requirió para que la atendiera, y él logró salvar a la madre y a la niña. Pero el tren siguió su camino. El próximo pasaba a los tres o cuatro días.

En ese intervalo, la gente del lugar y de los campos vecinos acudió a hacerse asistir, y todos le pidieron insistentemente que se quedara, ya que no había ningún médico en muchas leguas a la redonda.
Convencido de que lo necesitaban, decidió quedarse a vivir en ese paraje que aspiraba a ser pueblo y permaneció allí 51 años. Curó a todos los que llegaron hasta él, sin importarle ningún tipo de retribución.
Fue, preferentemente, el médico de los pobres y de los aborígenes.

En los dos años que pasó en Resistencia había tenido ocasión de tomar contacto con algunos aborígenes, que poblaban un barrio marginal de esa ciudad. Pero el interés que éstos podían suscitar era relativo, pues su primigenio modo de vida ya había empezado a experimentar modificaciones, como consecuencia de los cambios impuestos por los pueblos que los invadieron con éxito y se adueñaron de sus dominios. Ahora, en Estanislao del Campo, iba a tener oportunidad de conocerlos en su ambiente histórico y en su estado natural, exentos de pautas culturales extrañas.

Justamente, a poco de vivir allí, vio aparecer a los aborígenes de las cercanías. Llegaban de cuando en cuando a los comercios y viviendas de los límites del poblado, ofreciendo canjear plumas de avestruces, arcos, flechas y otras artesanías por alguna ropa o alimento que necesitaban. Eran tribus de tobas y de pilagás. Habían sido soberanos en esos montes; pero ahora deambulaban por ellos como espectros en fuga: derrotados, miserables, desnutridos, enfermos y heridos de muerte por las invasiones extranjeras, que los castigaron sin razón ni piedad.

Se conmovió hasta los más profundo de su ser cuando advirtió la desventura que flagelaba el espíritu y el cuerpo de esos semejantes, y entendió que era su obligación moral aportar algún esfuerzo que contribuyera a beneficiarlos. En cumplimiento de esa demanda que sintió avasallante, sin hesitación alguna pero con absoluta serenidad, resolvió en el momento intervenir como protagonista. Fue al encuentro de los nativos y habló amablemente con algunos de ellos. No lo aceptaron enseguida; le tuvieron recelo, porque a través del tiempo otros blancos se les habían acercado, pero para engañarlos, explotarlos y maltratarlos. Él, insistiendo en su propósito, se ofreció para asistirlos como médico. Unos pocos, aunque con tibieza, accedieron,, y con ello le dieron pie para que concurriera a las tolderías.

Tuvo al principio muchas dificultades con los curanderos de las tribus, a quienes su ciencia desplazaba, y corrió, por esa causa, hasta riesgos físicos. Pero su bondad, su amor y su desinterés, se impusieron al fin. Y logró entablar amistad con algunos caciques, que aceptaron su colaboración y facilitaron su tarea.
Debe resaltarse que fue entonces cuando este hombre demostró toda la riqueza espiritual que lo animaba, ya que su empeñosa y abnegada labor por mejorar la suerte y condición de esos grupos de aborígenes, constituye uno de los hitos más importantes en el historial de su obra filantrópica. En efecto, no se circunscribió solamente a la asistencia sanitaria; conviviendo con ellos, se interiorizó de las múltiples necesidades que padecían y trató de ayudarlos también en todos los aspectos que pudo: económicos, culturales, humanos y sociales.

En ese cometido, realizó gestiones ante el Gobierno del Territorio Nacional de Formosa y obtuvo que se les adjudicara una fracción de tierras fiscales. Allí, reuniendo a cerca de cuatrocientos naturales, fundó con éstos una Colonia Aborigen, a la que bautizó "Juan Bautista Alberdi", en homenaje al autor de "Las Bases . . .", colonia que fue oficializada en 1948. Les enseñó algunas faenas agrícolas, especialmente a cultivar el algodón, a cocer ladrillos y a construir sencillos edificios. A la vez, los atendía sanitariamente, todo, por supuesto, de manera gratuita y benéfica, hasta el extremo de invertir su propio dinero para comprarles arados y semillas. Cuando edificaron la Escuela, enseñó como maestro durante tres años, hasta que llegó un docente nombrado por el gobierno.

Además de esas tareas filantrópicas, Maradona, que era un apasionado de las ciencias naturales, realizaba investigaciones sobre la gea, la flora y la fauna del lugar y anotaba sus observaciones, sus impresiones y sus ideas. Escribió muchos libros, en su mayor parte todavía inéditos. Entre ellos podemos mencionar "A través de la selva", "Recuerdos campesinos", "Historia de la ganadería argentina", "Plantas cauchígenas", "Una planta providencial", (el yacón), "Vocabulario Toba pilagá", "La ciudad muerta" (historia de los primeros días de la ciudad de Concepción del Bermejo"), "Páginas sueltas" (recopilación periodística), "Historia de los Obreros de las Ciencias Naturales (de Botánica y Zoología Americanas)", "Dendrología", y varios más.

En 1981 un jurado compuesto por representantes de organismos oficiales, de entidades médicas y de laboratorios medicinales, lo distinguió con el premio al "Médico Rural Iberoamericano". El mérito que conlleva el galardón lo hizo trascender al ámbito del conocimiento público. Había trabajado muchos años en silencio, sin ninguna pretensión ni ansia de nombradía, cumpliendo con lo que consideraba sólo obligación hipocrática y humana, y repentinamente se encontró con que su nombre había echado a andar por varios países, vinculado a una vida que parecía pertenecer a un pasado lejano y que adquiría en la mentalidad de los pueblos contornos legendarios. Y así era.

A principios de junio de 1986 - cuando ya desbordaba los 91 años - se enfermó. Entonces un sobrino que reside en Rosario, el doctor José Ignacio Maradona y su esposa Amelia, lo hicieron traer para que lo asistiesen y se quedara a vivir con su familia. Cuando lo conducían pidió que no lo llevaran a un nosocomio privado; quería que lo internaran en un hospital público, "adonde va la gente pobre". Accediendo a sus deseos se lo internó en el Hospital Provincial.

Los medios de difusión, publicaron el regreso del filántropo, enfermo, envejecido y pobre, pero aureolado de gloria. La noticia conmovió los corazones de muchos de sus comprovincianos, que concurrieron al Hospital para conocerlo y saludarlo. Ya de alta, fue llevado a la casa de su sobrino.
Mientras vivió en ésta, recibió muchos homenajes más: "Miembro de la Sociedad de Médicos Escritores", con sede en París; "Premio Florián Paucke", de la Provincia de Santa Fe; "Premio Estrella de Medicina para la Paz", de las Naciones Unidas; "Doctor Honoris Causa", de la Universidad de Rosario. También fue propuesto, por el gobierno de la provincia de Santa Fe, para el "Premio Nobel de la Paz".
Pasó sus últimos tiempos atendido y rodeado por sus deudos. El sobrino tenía diez hijos, en su mayoría niños y jovencitas, que constantemente le exteriorizaban su cariño. De una lucidez asombrosa, que conservó hasta su muerte, estudiaba, con las de más edad, cuestiones de Medicina y de Historia. En el día anterior al de su deceso habían estudiado temas sobre el Virreinato del Río de la Plata. Murió de vejez, sin sufrimientos físicos ni morales -en la santa paz de los buenos y justos- poco después de despuntar la mañana del 14 de enero de 1995; le faltaban apenas unos meses para cumplir los cien años. Fue sepultado en el panteón de la familia "Maradona Villalba", en el cementerio de la ciudad de Santa Fe, junto a sus padres.

Maradona era de físico pequeño, limitado por una talla de un metro con cincuenta y tres centímetros y una constitución delgada. Pero dentro de esa moderación, las proporciones hacían evidente acto de presencia y con ellas, una sencilla y graciosa elegancia. Además, conjuntábanse otras dotes que imprimían a la generalidad de su persona un aspecto interesante y agradable. Así, al cutis blanco lo recubrían unas facciones tan armoniosas y regulares que de ellas no merece destacarse ningún detalle en especial, como no sea violentando las leyes de la verdad y la justicia. Su frente era apenas inclinada, sus ojos pardos y más bien chicos, su nariz recta, delgada y mediana, su boca y orejas también medianas, estas últimas contiguas a un cráneo cuya nuca se prolongaba con la discreción de la justa medida. Todo ese conjunto, que visto de frente era ligeramente oval, estaba coronado por una cabellera lacia que fue de color castaño oscuro hasta que entró en la madurez, pero que paulatinamente se fue decolorando, para llegar a ser completamente blanca a poco de cruzar la línea del medio siglo. Sin embargo, se le mantuvo abundante, hasta que comenzó a ralearse un tanto en la senectud, acaso para estar a todo con la enjutez de ese rostro de asceta.

Pero es en la esfera moral donde resplandecían con toda magnitud las más estimables cualidades de Esteban Maradona, aquéllas que más lo singularizaban y ennoblecían; y a ellas debemos referirnos.
Su mente -propia para altas preocupaciones, tanto científicas como humanísticas- era absolutamente libre, su carácter dulce y jovial, su espíritu fino y bondadoso, su humildad extrema, y su altruismo sublime.
La política -que a tantos tienta y absorbe- no logró seducirlo. Cuando joven, se acercó a ella, con la fe y el entusiasmo de esos años de la vida. Pero la experiencia que vivió no fue halagüeña ni promisoria. Sea por esto, o porque no sintió en lo profundo el fuego del apasionamiento, se distanció en seguida. Y como desencantado memorioso, o voluntario desentendido, prefirió luego, para siempre, mantenerse fuera del alcance de los cánticos de esa sirena.

Como médico, nunca se afanó tras los cargos públicos, ni vivió de ellos, y atendió a todos sus enfermos con afectuosa dedicación y generoso desinterés. Varias veces le ofrecieron puestos; nunca prestó conformidad. Cuando ya era anciano, el gobierno quiso destinarle una pensión vitalicia; tampoco aceptó. Su norma inquebrantable de conducta rezaba "todo para los demás, nada para mí".
Le era ingénita e imperiosa la necesidad de prodigarse en el bien. Por eso contribuyó con su ayuda cada vez que vio una estrechez o imaginó una conveniencia para sus semejantes. El Premio al Médico Rural se adjudicaba acompañado de importante suma de dinero. Rechazó a ésta de plano, y en el mismo acto de la entrega, logró que con ese fondo, se instituyeran becas para estudiantes que aspiraran a ser médicos rurales.

Cuando vivió en Asunción tuvo una novia, la única de su vida. Se llamaba Aurora Ebaly y era una típica muchacha de pueblo, que descendía de irlandeses radicados en el Chaco-í (*), frente a Asunción, río Paraguay de por medio. Maradona vio en la humildad de Aurora su cualidad sobresaliente, y por tener en altísima estimación a esta virtud en la escala de sus valores espirituales se enamoró de esa joven nacida en el Paraguay. Pero ella falleció víctima de fiebre tifoidea, enfermedad común en épocas de guerra. Su muerte lo sumió en un dolor profundo, al que logró superar con fortaleza y resignación, en un digno silencio y en total soledad. Pero después de ese trance, y a pesar del transcurso del tiempo, no se preocupó de buscar otro amor: nunca se casó ni volvió a noviar.

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(*) En guaraní, la letra -" í "- latina y acentuada, empleada como sufijo y precedida de un guión, es diminutiva del sustantivo al que califica; "Chaco-í" significa, entonces, Pequeño Chaco, Chaquito o Chaquillo. Era, en esos años, zona de chacritas y obrajes, con alguna población aborigen y un pequeño puerto. El padre de Aurora, a la vera del río tenía un molino en el que se molturaban huesos de animales. El polvo resultante, compactado en panes, era luego enviado a Inglaterra, donde se lo utilizaba para la fabricación de porcelanas.
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En Estanislao del Campo vivía solo en una modesta casita que adquirió en 1939 en quinientos pesos. Tenía una sola habitación (que hacía de alcoba, gabinete de estudio y consultorio), una galería y una pequeña cocina, todo de pared y piso de ladrillo y techo de zinc. Al retrete y al aljibe, que estaban en el patio, los compartía con una familia vecina. No había tampoco luz eléctrica.

Vale la pena destacar todo esto, porque agiganta la dimensión espiritual del hombre. Era hijo de una estanciera, médico de profesión, y podría haber vivido como mimado de la suerte en medio de las comodidades de una gran ciudad; sin embargo, prefirió las privaciones de una zona agreste para el mejor servicio en favor del prójimo. Pudo morir millonario, pero vivió donando sus bienes y provechos para mitigar dolores y necesidades de los demás. Fue un verdadero e inagotable fontanar de virtudes, y su vida todo un ejemplo de altruismo, abnegación y filantropía.

Hoy, en Formosa, en Rosario y en la ciudad natal hay escuelas y calles que llevan su nombre, y su busto, vaciado en el bronce con que se recuerda a los prohombres de intrínseco y auténtico valer -superiores a las motivaciones e intereses de la política- hermosea la Plazoleta de la Paz en la ciudad de Santa Fe. Además, su humilde vivienda fue declarada monumento histórico por el gobierno de Formosa. Ojalá estos reconocimientos tengan la virtud de despertar vocaciones tan beneméritas como la suya. Se cumplirían sus anhelos, y sería para beneficio y enaltecimiento de la especie humana.

Abel Bassanese - Cañada de Gómez, febrero de 1996.

Extracto tomado de “Esteban Laureano Maradona, una vida ejemplar” de Abel Bassanese


FUENTE: pampagringa.com
http://www.pampagringa.com.ar/BIOGRAFIAS/MARADONA_Laureano/maradona.htm

sábado, 29 de septiembre de 2012

Testimonios sobre Juan Pablo II : Karol Wojtyla me salvó la vida en 1945

Una judía israelí revela cómo fue socorrida por el Papa JUAN PABLO II al final del Holocausto nazi

«Me acuerdo perfectamente. Me encontraba allí, era una niña de trece años, sola, enferma, débil. Había pasado tres años en un campo de concentración alemán, a punto de morir.

Y Karol Wojtyla me salvó la vida, como un ángel, como un sueño venido del cielo: me dio de beber y de comer y después me llevó en sus espaldas unos cuatro kilómetros, en la nieve, antes de tomar el tren hacia la salvación».

Edith Zirer narra el episodio como si hubiera sucedido ayer. Era una fría mañana de primeros de febrero de 1945. La pequeña judía, que todavía no era consciente de ser el único miembro de su familia que sobrevivió a la masacre nazi, se dejó llevar en los brazos de un sacerdote de 25 años, alto, fuerte, que sin pedirle nada, simplemente le dio un rayo de esperanza.

Hoy aquel sacerdote, según ella, es el obispo de Roma. Edith querría agradecer finalmente aquel gesto. «Sólo un pequeño gracias en polaco por aquello que hizo, por la manera en que lo hizo, para decirle que nunca me olvidé de él», dice desde su hermosa casa ubicada en las colinas del Carmelo, en la periferia de Haifa.

Edith tiene 66 años y dos hijos. Reconstruyó su vida en Israel, donde llegó en 1951, cuando todavía padecía las lacras de la tuberculosis y los fantasmas de la guerra alteraban sus sueños.





Durante todo este tiempo se ha guardado esta historia. Cuando en 1978, Karol Wojtyla subió a la cátedra de Pedro, comenzó a sentir la necesidad de hablar, de contarlo a alguien, de mostrar su agradecimiento. La pregunta surge inmediatamente: pero, ¿cómo puede estar segura de que aquel sacerdote es el Papa? ¿Por qué ha esperado tanto?. Estos interrogantes se los han planteado también los periodistas de «Kolbo», el semanario de Haifa que hoy publica un artículo sobre este asunto. «El relato es convincente. No trata de hacerse publicidad, todos los detalles que ofrece parecen creíbles», dicen los redactores. Tan convincentes que la embajada israelí ante la Santa Sede ya está moviéndose para tratar de poner en contacto a la señora Zirer con la secretaría del Papa.

La narración habla por sí misma. «El 28 de enero de 1945 los soldados rusos liberaron el campo de concentración de Hassak, donde había estado encerrada durante casi tres años trabajando en una fábrica de municiones --explica Edith, quien entonces tenía trece años--. Me sentía confundida, estaba postrada por la enfermedad. Dos días después, llegé a una pequeña estación ferroviaria entre Czestochowa y Cracovia». Precisamente en Cracovia, Wojtyla acababa de ser ordenado sacerdote. «Estaba convencida de llegar al final de mi viaje. Me eché por tierra, en un rincón de una gran sala donde se reunían decenas de prófugos que en su mayoría todavía vestían los uniformes con los números de los campos de concentración. Entonces Wojtyla me vio. Vino con una gran taza de té, la primera bebida caliente que había podido probar en las últimas semanas. Después me trajo un bocadillo de queso, hecho con pan negro polaco, divino. Pero yo no quería comer, estaba demasiado cansada. El me obligó. Después me dijo que tenía que caminar para coger el tren. Lo intenté, pero me caí al suelo. Entonces, me tomó en sus brazos, y me llevó durante mucho tiempo. Mientras tanto la nieve seguía cayendo. Recuerdo su chaqueta marrón, la voz tranquila que me reveló la muerte de sus padres, de su hermano, la soledad en que se encontraba, y la necesidad de no dejarse llevar por el dolor y de combatir para vivir. Su nombre se grabó indeleblemente en mi memoria».

Cuando finalmente llegaron hasta el convoy destinado a llevar a los detenidos hacia Occidente, Edith se encontró con una familia judía que le puso en guardia: «Atenta, los curas tratan de convertir a los niños hebreos». Ella tuvo miedo y se escondió. «Sólo después comprendí que lo único que quería era ayudarme. Y quisiera decírselo personalmente».

...Edith Zirer, casada hoy y con 2 hijos, que vive en Haifa, en una colina del Monte Carmelo, quiso estar con el Papa (59 años después de lo ocurrido) en su histórico viaje a Tierra Santa para darle personalmente las gracias justamente en el Memorial del Holocausto Yad Vashem. Fue un día inolvidable para ella y para toda la población judía, así como una lección universal de humanidad...".

FUENTE: ZENIT

lunes, 24 de septiembre de 2012

Gandhi, la No-Violencia y la Marcha de la Sal


"Sé el cambio que quieres ver en el mundo"
"La violencia es el miedo a los ideales de los demás"
"Lo que se obtiene por la violencia solo se puede mantener con violencia"
"No hay camino hacia la paz, pues esta es el camino"
"Ojo por ojo y el mundo acabará ciego"
Mohandas Karamchand Gandhi (1869-1948)

Para Mahatma Gandhi, también conocido en la India como Bapu, la "no-violencia" no era algo pasivo o de sumisión, elemento de excusa del cobarde, contra el enemigo, sino una “suprema virtud del valiente”. Así, la violencia sería equivalente al miedo, como la no-violencia lo sería al valor, la lucha contra la injusticia y la búsqueda de la Verdad. Este modo de protesta se basaba en la desobediencia civil, inspirado en las ideas de "no-violencia activa" de León Tolstói y mediante las cuales Gandhi pretendía obtener la autonomía política para la India y luchar contra las injusticias llevadas a cabo por los británicos en la India y Sudáfrica. Para Gandhi, “la fuerza más poderosa contra la opresión es la lucha no violenta”.


En plena Marcha de la sal

Probablemente el mayor acto de no-violencia con resultados exitosos fue la conocida como Marcha de la Sal. Fue una idea de Gandhi que llevó a cabo entre marzo y abril de 1930 con el objetivo de desafiar al Imperio Británico. Al igual que la independencia de los EE.UU. llegó mediante el motín del té, en la India se considera que la Marcha de la Sal fue su equivalente. Gandhi entendió que podía desafiarlos con el monopolio británico sobre la sal, un elemento indispensable para la población y que tenía unos altos impuestos. Así, considerándolo injusto, emprendió una marcha desde el Norte del país hasta las costas del Índico. Durante la marcha fue ganado adeptos, pues para aquel entonces Gandhi ya era conocido entre la población hindú y de forma simbólica, cuando el 5 de abril llegó a la playa de Dandi, cogió un puñado de arena y allí ganó aún más seguidores.



Para provocar aún más, en la playa de Dandi se empezó a comerciar la sal pública e ilegalmente. Esto suponía un gran problema para los británicos pues si lo arrestaban desencadenarían una gran protesta por parte de la población, pero si no lo hacían estaban dando un mayor poder de actuación a Gandhi, que lo que quería era precisamente ser arrestado al llegar a la playa. Finalmente fue detenido al anunciar que iba a hacer otra marcha a una salina. Sin embargo, la marcha prosiguió y sus seguidores fueron aún sin él y de forma pacífica. Estos intentaron entrar y fueron dura y violentamente reprimidos por los británicos, consiguiendo así que en los medios de comunicación internacionales, el Imperio Británico diese una imagen violenta de sí mismos (llegaron a asesinar a 400 personas al disparar a una multitud indefensa durante un discurso en pro de la no-violencia de Gandhi) frente al “pacifismo” de los indios que caían doloridos ante los pies de los soldados, mientras eran recogidos por sus mujeres. Gandhi consiguió hacer de su ideología de no-violencia, un verdadero movimiento de masas. Fue puesto en libertad y el Imperio Británico mantuvo negociaciones con él, y aunque no hubo muchos puntos en común, consiguió que se liberase a todos los rebeldes y que pudieran recolectar ellos mismos la sal.

Tras la II Guerra Mundial la India consiguió su independencia, aunque esta no fue como la deseaba Gandhi, pues el país quedó enfrentado entre hindúes y musulmanes casi condenándose a una guerra civil. Contra ello Gandhi luchó mediante ayunos indefinidos y llegó a conseguir ceses de violencia por ambas partes, pero terminó siendo asesinado por un extremista hindú en 1948 en Nueva Delhi con 78 años.

Publicado por Ismael Díaz
FUENTE:
http://leamsi-cosmovision.blogspot.com/2010/04/gandhi-la-no-violencia-y-la-marcha-de.html

miércoles, 12 de septiembre de 2012

"Pasen una hora inspirando a alguien" Javier Fernandez-Hang

Dicen que Javier tiene los conocimientos de un licenciado en Físicas, Química e Ingeniería. Y nunca ha ido al colegio.
Los que conocen a Javier Fernández-Han se preguntan si no habrá pasando por alto su infancia. Él contesta: «Tengo muchos amigos implicados en mi ONG Inventores sin Fronteras. La gente de mi edad podría hacer más, pero no saben cuáles son sus pasiones".
La pasión de Javier es ayudar a los más pobres, acabar con el hambre en el mundo. El año pasado ganó el prestigioso premio internacional Invent Your World Challenge (Desafío Inventa tu mundo), con sólo 15 años. La idea de su proyecto le empezó a rondar cuando tenía sólo nueve.
Lo que sabe, lo ha aprendido en casa. Maria Teresa, su madre, es de origen mexicano. Peter, el padre, de Taiwan. Ambos se conocieron en la Universidad de Brown, y, convencidos de que la escuela sólo serviría para frenar el potencial de sus hijos, decidieron educarles en casa. Javier es el pequeño. Hay otro, Fabián, que está centrado en las finanzas. Peter dice que son un equipo complementario. Fabián es capaz de encontrar inversores para que Javier siga investigando.



El invento ganador de Javier se llama Versatile (versátil). Utiliza 12 tecnologías diferentes que funcionan a la vez para tratar residuos, producir metano y biocombustible, generar alimentos para los humanos y para el ganado, captar gases del efecto invernadero y producir oxígeno. Y todo este sistema funciona a base de algas. Javier dice que podrían crearse máquinas de tamaño doméstico para usar en los hogares y máquinas grandes para alimentar a pueblos y ciudades. Según Javier, «las algas son la navaja suiza de la naturaleza. Se libra de muchas cosas que no queremos y produce muchas otras que necesitamos».
Javier dice que debe gran parte de su éxito al inventor Ashok Gadgil. A los nueve años, asistió a una exposición sobre su trabajo y fue en ella donde aprendió que podía inventar y al mismo tiempo mejorar la vida de los demás.
En una reunión de inventores, de la AshokaTECH (patrocinadores del premio), le dijeron a Javier que pidiese cualquier favor a los inventores presentes en la sala. Javier dijo: «Pasen una hora inspirando a alguien. No piensen sólo en invertir en los inventos, sino también en invertir en las vidas de las personas».
 
El año pasado empezó a ir a un instituto de Texas. Sueña con ir a Standford.
FUENTE : KINDSEIN.com
http://www.kindsein.com/es/33/2/770/
 
 

jueves, 6 de septiembre de 2012

La historia del sandwich o emparedado

La leyenda cuenta que el  conde de Sandwich (Inglaterra) John Montagu IV, era un jugador empedernido, por lo que mucho de su tiempo lo pasaba en una mesa de juego.

Llegó tan lejos con su vicio que un día no tenía tiempo para almorzar, ya que estaba en medio de una partida. Llamó a uno de sus sirvientes y le informó que le trajera cualquier cosa para comer. Al cabo de unos minutos el mozo regresó con una bandeja llena de alimentos. En ese momento, el conde tomó dos rebanadas de pan e introdujo un pedazo de carne en el medio y se lo comió gustoso.
Lo más extraño de esta historia no fue su creación, sino que en su testamento dejó en claro que el mejor legado que le dejaba a Inglaterra era la creación del “sandwich”.
De esta forma anecdótica surgió uno de los platos más internacionales. No cabe duda que esta sencilla creación se ha adaptado a la gastronomía de cada país, incluyendo sus ingredientes típicos.
En Argentina tenemos una gran variedad de sandwiches típicos, mencionaremos algunos.
El primavera (frío o caliente):
Consiste en un pan pebete o pan en rodajas (lacteado) al que se le agrega jamón, queso, lechuga, tomate y huevo en su versión más tradicional.

Sandwich primavera

El choripán (caliente):
Tal como lo dice el nombre consiste en un pan francés cortado a la mitad con un chorizo asado en el medio, al que se le agrega todo tipo de aderezos.

El famoso choripán argentino

Sandwich de miga (frío):
Compuesto por finas secciones de pan de molde, en su versión más clásica es de jamón, queso y mayonesa, no obstante pueden tener una variedad de gustos tan amplia como alimentos existen (morrones, palmitos, anchoas, pimientos, etc).

Una bandeja de sandwichitos de miga

El tostado (caliente):
Son dos planchas de pan de molde enteras, con jamón, queso y manteca que se sirve en cuatro o seis partes. En la ciudad de Rosario el tostado recibe el nombre de “Carlitos”, el cual está hecho con pan de molde, jamón, queso, y salsa kétchup. En sus variantes especiales se le puede agregar pollo, huevo duro y tomate.

"¡Mozo!, tráigame el tostado de siempre"
Edgardo Consiglio   para Títulos Felices

miércoles, 5 de septiembre de 2012

La Madre Teresa de Calcuta y la obra para los moribundos

La obra para los moribundos tuvo inicio así: Madre Teresa estaba en búsqueda de los pobres enfermos, cuando por la calle encontró un hombre moribundo, que apenas daba signos de vida. Yacía en los deshechos en fin de vida. Todavía movía los ojos, los labios susurraban: ¡“Ayúdame, estoy muriendo!¡No tengo a nadie!”. Buscaba de moverse, pero ahora estaba tan débil que no podía más. Era el año de 1952.



Oigamos el relato dramático de la voz de Madre Teresa:

“Un día encontré un hombre moribundo en los deshechos, no lejano del hospital Campbell, cercano a nuestra casa. Yo fui a rogar que lo recibieran en el hospital. Inútilmente. Para él no había lugar. Fuimos a la farmacia a comprar de los medicamentos, pero cuando regresamos ya había muerto... Estaba tan conmovida y triste. Entonces me dije así: Tienen más cuidado por los perros y los gatos que por los seres humanos. Después fui a protestar a las autoridades municipales...”

No se detuvo ahí, protestó también en el hospital, y dijo a las autoridades estatales así: “Si no tienen cuidado o no quieren cuidar de esta gente que muere en la calle, entonces encuéntrenme un lugar donde yo podré arreglarlo y tendré el cuidado...”

Le dieron una indicación bien precisa, pero un poco complicada y peligrosa. En barrio de Kalighat, que es un poco el “Vaticano de Roma” para la ciudad de Calcuta, el centro religioso para los hindúes: el famoso y bellísimo templo de la diosa Kalí. Alrededor del templo había tantos edificios, y un complejo en construcción para el comercio, para el baño santo y para tantas otras actividades. Allí estaba también un gran edificio para los peregrinos, que después de las oraciones y los diferentes ritos religiosos, se reposaban. El funcionario estatal junto con Madre Teresa fue al lugar y le hizo ver esta casa, pidiéndole si la quisiera tomar y utilizar para los moribundos. Madre Teresa aceptó enseguida y con mucha gratitud. Dentro veinticuatro horas la casa nueva estuvo llena de muchos moribundos.

Pero he aquí que surge una nueva dificultad: los sacerdotes de la diosa Kalí, y muchos fieles hindúes, después de haber visto “profanar” su lugar sacro, sin poner cuidado a las castas, a la religión, a tantas otras diferencias, se acercaron todos al lugar, enfurecidos contra Madre Teresa. Ella al contrario tranquilamente ayudaba, limpiaba, cuidaba, amaba, servía... Llegando fueron con Madre Teresa, para pedirle como es que vino propiamente ahí con esa gente. Después de haber oído que estaban las autoridades estatales a darles esta “casa para los moribundos”, protestaron enérgicamente a éstos, buscando así de provocar un conflicto grave de carácter religioso.

Un funcionario les promete que había hecho todo lo posible para expulsar a esta “mujer blanca” que no respetaba sus tradiciones religiosas y las tribus. Y lo hizo seriamente. Fue enojado a verificar al lugar el “derecho de la profanación”. Entrando en un gran salón se encontró con una escena jamás vista: ¡había un centenar de hombres y mujeres tendidos, en fin de vida, y Madre Teresa con su religiosas, sin poner cuidado a nadie, como un ángel, buscaba de estar cercana a todos, de hacer todo lo posible ara salvarlos, si esto no fuera posible, al menos de hacerlos morir en paz, con dignidad humana! El funcionario se conmovió. Llamó a Madre Teresa y le dijo así: “¡Felicidades, Madre buena! Usted es verdaderamente la diosa viva –Kalí, el ángel del consuelo. Continúe así. Le deseo mucha suerte y mucho éxito. ¡Dios la ayude!”.

Saliendo afuera, conmovido y enojado, casi llorando dijo a los sacerdotes de la diosa Kalí, a los fieles, y a los periodistas reunidos ahí: “¡Si, yo verdaderamente prometí de sacar a esta mujer, y mantengo mi compromiso; Escuchen bien esto que les digo: Antes de esto se necesita que sus madres, hermanas y ustedes mismos vengan a hacer aquello que realizan estas religiosas. En el templo tienen una diosa de piedra negra y aquí hay una diosa viva!”

Viendo la bondad, la generosidad la dedicación extraordinaria para con los moribundos, la población poco a poco aceptó esta casa. Así hicieron también los sacerdotes de la diosa Kalí, los cuales no solo no se opusieron más a esta obra, sino que buscaron de todos los modos posibles para sostenerla y ayudarla. La obra tuvo su inicio el 22 de agosto de 1952, cuando las “misioneras de la caridad” eran solamente 28 religiosas y estaban hospedados en la casa del señor Gomes.

Madre Teresa en 1986 relató este hecho: “La Casa del Corazón Puro (así se le llamó a la casa de los moribundos) es para muchos el “purgatorio”; el paso a la casa del Padre. Hasta hoy han pasado más de 60,000 hombres y mujeres, 30,000 han muerto ahí en paz, otros han sanado.

He aquí otro ejemplo típico: Un día encontré un hombre en una alcantarilla. Todo el cuerpo era una gran llaga. Las ratas se lo había casi “devorado”. Lo llevé a nuestra casa para los moribundos. ¿Sabes que me dijo aquel hombre? Dijo así: He vivido todos estos años como un animal en la calle. Ahora moriré como un ángel, rodeado de amor y de cuidado. No podré nunca olvidar sus palabras, pero sobretodo su cara tranquila y sonriente. Tres horas después murió como un ángel”.

Las religiosas cada mañana iban por las calles buscando y recogiendo los moribundos. La gente primero les observaba con menosprecio, quizá con un poco de miedo; después nace una colaboración y una ayuda recíproca. La población, si veía o encontraba alguien en la calle, lo llevaba de la Madre Teresa o bien les decían a las religiosas el lugar donde yacía y ayudaba a llevarlo a la “casa de los moribundos”.

Entre muchos colaboradores había tantos jóvenes, muchachos, muchas, un poco todos. El trabajo era muy difícil, requería una gran fe, amor, pero también fuerza física, porque al inicio, no teniendo casi ningún medio técnico, llevaban a los moribundos sobre las espaldas, o en cualquier carreta que debían jalar.

En 1969 Madre Teresa fundó la rama masculina “Misioneros de la caridad” que en gran parte hoy desempeñan este trabajo. Ya en 1969 las “Misioneras de la Caridad” tenían abierto 15 casas para los moribundos, 12 en India y 3 afuera. Cada año el número de las casas crece, pero crece también la experiencia del trabajo, el amor y la acogida para un pasaje feliz a la eternidad.

He aquí que narra Madre Teresa; “con algunas de nuestras religiosas estábamos yendo para el Congreso Eucarístico. Por el camino noté dos seres humanos en fin de vida: un hombre y una mujer. Me detuve. Dije a las religiosas: ustedes vayan al Congreso Eucarístico, yo en cambio me detengo aquí a asistirlos. Los tome y los llevé a nuestra casa de los moribundos. Muchos se enojaron conmigo porque no fui aquel día al Congreso Eucarístico. Yo dije simplemente así: partí para adorar a Jesús bajo la especie del pan y lo encontré por el camino bajo la especie del moribundo. Me detuve, y lo adore expresándole todo mi amor...”

Esta obra de Madre Teresa tiene un valor profundo humano, pero sobretodo “cristiano”: dar sentido y significado a la vida ya, humanamente hablando, fallido, desesperada, renovada, y recuperar “in extremis”, como hizo Jesús sobre la cruz con el ladrón arrepentido, esta gente que en la vida no ha conocido otro que la miseria, el hambre, la sed, el dolor, el camino... Demostrar, testimoniar, hacer vivir a esta gente el amor de Dios propio en estos momentos dramáticos, y asegurarles que les espera el buen Dios Padre, la gloria en la eternidad, sin ninguna distinción religiosa, hacerles esperar y morir en paz... He aquí que provoca esta cercanía, testimonio, amor: Una mujer esta en fin de vida. Viéndola así servir, amar, limpiar, abrazar, hace esta pregunta a Madre Teresa: “¿Pero tú por qué lo haces?”. Madre Teresa responde; ¡“Porque te quiero, porqué Dios te ama!”. Y ella, toda feliz, le dijo: “Dilo otra vez, porque es la primera vez en mi vida que oigo estas palabras”. Madre Teresa comenta así: “Y murió completamente feliz, en paz pasó a la eternidad, se fue a la Casa del Padre”.

Fuente:
http://users.libero.it/luigi.scrosoppi/santi/teresaspa.htm
Tomado del libro: Madre de la Caridad de LUSH GJERGJI ed. VELAR

martes, 14 de agosto de 2012

Irena Sendler, Justa entre las naciones

Irena Sendler nació en Polonia en 1910, en un pueblo llamado Otwock a 23 kilómetros al sudeste de Varsovia.

Su padre, Stanislaw Krzyzanowski, un medico que contaba mayormente con pacientes judíos pobres, fue activista del partido socialista polaco (PSP). Sus ideas fueron una gran influencia para la joven Irena quien estudió literatura polaca, pertenecía a la izquierdista Unión de la Juventud Democrática, participó en protestas contra un ”ghetto de escritorio” en salones de lectura y finalmente se unió al PSP.
Irena trabajaba como administradora superior en el Departamento de Bienestar Social de Varsovia que operaba los comedores comunitarios de la ciudad, cuando Alemania invadió el país en 1939.



Gracias a Irena, estos comedores no solo proporcionaban comida, asistencia financiera y otros servicios para huérfanos, ancianos y pobres; sino que sumaron la entrega de ropa, medicinas y dinero a las familias judías. Para evitar las inspecciones, se las registraba bajo nombres católicos ficticios y se las anotaba como pacientes de enfermedades muy contagiosas como el tifus o la tuberculosis.

Pero en 1942, con la designación de un área cerrada para alojar a los judíos, conocida como el gueto de Varsovia, las familias sólo podían esperar una muerte segura.

Horrorizada por las condiciones en que vivían los judíos, Irena se unió al Consejo para la Ayuda de Judíos, Zegota, organizado por la resistencia polaca. La joven fue una de las primeras organizadoras del rescate de niños judíos. En ese entonces 5000 personas morían mensualmente de hambre y enfermedades.

Irena logró obtener un pase del Departamento de Control Epidémico de Varsovia para poder ingresar al gueto en forma legal. Iba diariamente con el fin de reestablecer contactos, llevar comida, medicinas y ropa vistiendo un brazalete con una estrella como signo de su solidaridad para con los judíos.

Persuadir a los padres de separarse de sus hijos era una labor horrorosa para una joven madre como Irena. ”¿Puedes asegurar que vivirá?” Irena recordaba a los angustiados padres preguntando. Pero sólo podía garantizar que morirían si se quedaban. ”En mis sueños, todavía puedo oírlos llorar cuando dejaban a sus padres”, decía.

Tampoco era fácil encontrar familias que quisieran darle cobijo a niños judíos.

Comenzó a sacar a los niños en una ambulancia como victimas del tifus, pero enseguida bolsas de arpillera, cestos de basura, cajas de herramientas, cargamentos de mercadería, bolsas de papas, ataúdes… cualquier elemento se transformaba en una vía de escape en manos de Irena.

Otros métodos incluían una iglesia que tenía dos accesos, uno del lado del gueto y el otro en el lado ario de Varsovia. Los chicos entraban a la iglesia por un lado como judíos y salían por el otro como cristianos.


Irena logró reclutar al menos una persona de cada uno de los diez centros del Departamento de Bienestar Social. Con su ayuda, elaboró cientos de documentos falsos con firmas falsificadas dándole identidades temporarias a los niños judíos.

Era más fácil escapar del gueto que sobrevivir en el lado ario. El rescate de un niño requería la ayuda de al menos diez personas. Los niños eran los primeros transportados a unidades de servicio humanitario (pogotowie opiekuncze) y luego a un lugar seguro.

Luego les encontraba ubicación en casas, orfanatos y conventos. ”Envié a la mayoría de los niños a establecimientos religiosos,” recordaba. ”Sabía que podía contar con las hermanas.” Irena también tuvo una gran cooperación para ubicar a los más grandes: ”Nunca nadie se negó a aceptarme un niño,” dijo.

Irena tomaba nota, por medio de una codificación, de los nombres de los niños y de sus nuevas identidades.

El único registro de sus verdaderas identidades lo conservaba en frascos enterrados debajo de un árbol de manzanas en el patio de un vecino, frente a las barracas alemanas. Tenía la esperanza de algún día poder desenterrar los frascos, ubicar a los niños e informarles de su pasado.

En total, los frascos contenían los nombres de 2.500 niños…

Finalmente lo nazis se dieron cuenta de sus actividades y, el 20 de octubre de 1943, Irena fue detenida y encarcelada por la Gestapo. Aunque era la única que sabía los nombres y las direcciones de las familias que albergaban a los niños judíos, soportó la tortura y se rehusó a traicionar a sus asociados o a cualquiera de los niños ocultos. Le quebraron los pies y las piernas. Pero nadie pudo quebrar su voluntad. Irena paso tres meses en la prisión de Pawiak donde fue sentenciada a muerte.

Mientras esperaba la ejecución, un soldado alemán se la llevó para un ”interrogatorio adicional”. Al salir, le gritó en polaco ”¡Corra!” Al día siguiente halló su nombre en la lista de los polacos ejecutados. Los miembros de Zegota habían logrado detener la ejecución sobornando a los alemanes. Irena continuó trabajando con una identidad falsa.

Al finalizar la guerra, Irena desenterró los frascos y utilizó las notas para encontrar a los 2.500 niños que colocó con familias adoptivas. Los reunió con sus parientes diseminados por todo Europa, pero la mayoría había perdido a sus familias en los campos de concentración nazis.
 
Los niños sólo la conocían por su nombre clave Jolanta. Pero años más tarde cuando su foto salió en un periódico luego de ser premiada por sus acciones humanitarias durante la guerra ”Un hombre, un pintor, me telefoneó,” dijo Sendler, ”`Recuerdo su rostro’, dijo, ‘Eres tú quién me sacó del gueto.’ Tuve muchos llamados como ése”.

Irena Sendler no se considera una heroína. Nunca se adjudicó crédito alguno por sus acciones. ”Podría haber hecho más,” dijo. ”Este lamento me seguirá hasta el día que muera.”


En 1965 la organización Yad Vashem en Jerusalén le otorgó el título de Justa entre las Naciones y se la nombró ciudadana honoraria de Israel.

Luego de la guerra trabajó para bienestar social; ayudó a crear casas para ancianos, orfanatos y un servicio de emergencia para niños.

FUENTE: The International Raoul Wallemberg Foundation
http://www.raoulwallenberg.net/es/salvadores/polacos/sendler/irena-sendler/